La destrucción de la transformación

Antonio Ceja

He tratado de entender, por todos los medios, lo que el presidente López Obrador, su gabinete y sus incondicionales buscan para aplicar lo que ellos mismos llaman “La Cuarta Transformación” y, hasta ahora, en poco más de 1 año, la gestión del gobierno federal con relación no solo a las propuestas de campaña sino a los meses de estar en el poder, indican que el rumbo que empieza a tomar el país nos está llevando a un claro Estado Totalitario en pleno siglo XXI.

Tenemos, aunque se diga lo contrario, un gobierno federal legítimo, avalado por el INE y la arrolladora cantidad de votos que se llevó López Obrador y sus candidatos a lo largo y ancho del país adoptando, con ello, la enorme responsabilidad de sacar al país adelante mediante una gestión diferente, audaz, transformadora, participativa donde las Leyes se apliquen sin distingo y donde los funcionarios con las credenciales adecuadas, enfrenten los retos enormes de la globalización y todo lo que encierra ese término para estar a la par en materia de desarrollo, competitividad, seguridad, economía y participación social de todos los sectores de la población.

Sin embargo, hasta ahora, el gobierno de López Obrador no solo no ha demostrado capacidad para enfrentar los problemas que tanto señaló a lo largo de 18 años y que terminaron por llevarlo, finalmente, a poner, aparentemente, orden en la casa.

El presidente es terco, ladino y burlesco; ignorante, temeroso y agachón ante los verdaderos problemas que tiene que enfrentar a diario el México violento, principal problema que se niega a tacar y que, curiosamente, donde se origina el principal problema de corrupción que priva en el país. Y es que el crimen organizado es capaz de corromper a los más honestos jueces y policías, buenos ciudadanos mayores o menores de edad y funcionarios de cualquier nivel de gobierno por dos vías: por la buena, aceptando los sobornos o por la mala, pagando con su vida la negativa de corromperse; en pocas palabras, López Obrador prefiere ignorar y llenar de excusas su negativa de combatir el fuego con el fuego y atacar con seriedad y con una estrategia sensata y bien planeada, a los líderes del narcotráfico y el crimen organizado, ambos grupos, creciendo y haciendo de las suyas mientras que persigue ex políticos que, sueltos o en la cárcel, no solucionan la gravedad del problema de violencia nacional.

Lo anterior, es solo el principio de la incompetencia de Obrador y sus funcionarios que, lejos de atender adecuadamente, buscan la forma de aplicar “su” transformación: cancelando –y perdiendo miles de millones de pesos- el NAIM por poner solo un ejemplo hasta la más reciente ocurrencia de rifar el avión oficial del gobierno mexicano o el tristemente célebre INSABI; eso, sin mencionar la polarización social que se empeña a alimentar diariamente en las inútiles llamadas “mañaneras”.

Transformación se define como: acción o proceso mediante el cual algo se modifica, altera o cambia de forma manteniendo su identidad.

López y su gabinete no mantiene la identidad sino que la destruye en el proceso transformador.