* Vestigios de la antigua California. Diario de una caminata por la Baja California
Por Domingo Valentín CASTRO BURGOIN
Este jueves por la mañana tuve la oportunidad de acompañar a mi amigo Luis Alberto González Rivera, Secretario General del Ayuntamiento de Los Cabos, a un encuentro con la asociación civil denominada Observatorio Ciudadano Integral que encabeza el ingeniero Elías Gutiérrez, a efecto de dialogar sobre las acciones y políticas públicas, en lo que fue un enriquecedor encuentro.
Al final hubo comentarios y preguntas de los miembros del Observatorio Ciudadano, todas atinadas y dignas de considerar porque provienen de personas de la sociedad civil, muchos de ellos empresarios que buscan aportar su esfuerzo para un mejor gobierno en este municipio.
Una de ellas, quizás un poco al margen de la reunión, pero que es la que me induce al comentario, fue la relativa al ¿qué pasó con la Comisión de Las Californias?
Ciertamente, creo que la persona que cuestionó lo hizo más con ánimo de preocupación que de pregunta, porque su rostro denotó -a mi juicio- interés en lo que hacía la Comisión de Las Californias, misma que tuvo su auge durante los primeros sexenios de los gobiernos estatales y permitió que las dos entidades de la península de Baja California y el Estado de California, impulsaran acciones en común, sobre todo en la cuestión histórica y cultural, de intercambio, de estudios de la región, en un marco de respeto y de pertenencia a un pasado común, y desde luego, a una realidad de acercamiento.
Pero, abusando de que me puedo expresar unilateralmente por este medio, yo me pregunto: ¿qué ha pasado con nuestra Baja California Sur? Sin duda, en todo este tiempo, tantos años de la cesión de los ricos territorios «mexicanos» oficialmente hasta 1848 con el Tratado de Guadalupe-Hidalgo, eufemísticamente llamado por los norteamericanos «de paz», con lo cual se finalizó la guerra de intervención norteamericana a nuestro país, los cambios han sido tan simples y complejos como lo es el cristal con que se miran, o la posición en la que se ubique el observador.
De esta manera me permito aquí, para quienes gustan de la historia, acudir a dos libros que tienen relación con este comentario: «Vestigios de la antigua California», de Carlos Lazcano Sahagún, editado por el Archivo Histórico del Estado que dirige atinadamente nuestra amiga Elizabeth Acosta Mendía, y «El Tratado de Guadalupe Hidalgo», versión bilingüe en español e inglés, editado en 1968 por el gobierno de California, siendo gobernador Ronald Reagan, y que contiene los facsimilares del Tratado de 1848 y el original de la Constitución del Estado de California de 1849.
Por cuestiones de espacio me referiré a transcribir unos cuantos renglones de este último y a mas o menos una cuartilla de las palabras introductorias del primero, el de Carlos Lazcano. Dice en versión bilingüe, del libro californiano, en su artículo «Los honestos y los gloriosos» Edwin F. Klotz: «¿Qué pasó con el gran imperio español -el primero en (sic) historia humana en el cual «el sol nunca se oculta»- esto es asunto de historia. Esto demuestra el axioma de que una nación que no puede proteger sus territorios perderá sus territorios». El propósito del autor a flor de piel. La reflexión sobre esto, necesaria para la actualidad.
Dice Carlos Lazcano, en su libro, que ampliamente lo recomiendo en su lectura, para quienes amamos esta tierra: » Quiero hacer aquí una breve reflexión. Han pasado 20 años desde que realizamos la caminata, y como ya lo mencioné, en ese lapso la península de Baja California ha sufrido cambios muy profundos. La península ya es otra. Las condiciones tanto del medio urbano como del medio rural y natural han cambiado totalmente al grado que en este tiempo sería muy difícil, sino imposible, realizar otra caminata parecida, Dos han sido los cambios más notables que dificultarían un nuevo proyecto. El primero es la proliferación del narcotráfico. Hace 20 años eran muy pocos los lugares donde se sembraban enervantes. Hoy hay sembradíos por toda la península, y los desiertos y la costa son ruta normales para el tráfico. Anteriormente los pescadores rivereños se emborrachaban, hoy casi todos se drogan. Veinte años atrás, la presencia de soldados era sumamente rara; hoy es normal. Cuando hicimos la caminata no vimos ningún soldado, actualmente en cualquier picnic nos encontramos la presencia militar. Caminar por el desierto, la sierra y la costa ya no es seguro; mucho menos caminar por las ciudades.
«Otro factor que dificultaría mucho la caminata en este tiempo es el apoderamiento de la costa por parte de particulares, especialmente extranjeros. Este problema hace 20 años apenas se vislumbraba. Hoy, ante el cambio de estatus en el sistema ejidal, prácticamente se les ha obligado a vender las playas y la costa, viéndose muchos desarrollos inmobiliarios que en su mayor parte están afectando gravemente a Baja California debido a sus impactos naturales y sociales. De hecho están destruyendo y secuestrando la costa. Caminar por las costas que caminamos hace 20 años se nos dificultaría porque muchas han sido cercadas para impedir el paso; en otras guardias armados y hasta perros impiden, ilegalmente, el acceso a las playas por parte de la gente. El panorama es triste.
«También están ocurriendo otros cambios. Muchas de las desigualdades de nuestro sistema social han estado haciendo crisis, obligando a mucha de la gente del campo y el desierto a abandonar sus ranchos, o a desatenderlos. El medio rural de Baja California está más despoblado que nunca, y la tendencia crece. Muchos de los rancheros que conocí, y sus familias, ya no viven en sus sitios centenarios. Varias de las tradiciones de mayor antigüedad de Baja California se están convirtiendo en un atractivo turístico, no en un elemento de identidad. Mucha de la toponimia tradicional está desapareciendo. El mismo nombre de Baja California tiende a desaparecer, cambiado por el de «Baja» que es más atractivo para los turistas, no de los que aquí vivimos. Si no tenemos cuidado, podemos despertar de pronto en una tierra que ya no es nuestra, sino de los intereses económicos. El impacto de los desarrollos depredadores en la costa entre Ensenada y Tijuana es impresionante: una fuerte alteración del medio natural, secuestro y destrucción de playas y costas, destrucción de los sitios arqueológicos, entre los más importantes. Igualmente ha habido un impacto importante entre La Paz y Los Cabos. En la práctica, Cabo San Lucas ya dejó de ser bajacaliforniana, ya que los desarrollos se apoderaron de ella y está diseñada para los turistas, principalmente extranjeros.» (págs. 18-20). Sin palabras. No obstante, se me acabó el espacio. Desde luego, ambos libros ameritan una reflexión más allá del contenido histórico y político.
Sus comentarios y sugerencias las recibo en mis correo: civitascalifornio@gmail.com; y valentincastro58@hotmail.com
https://www.youtube.com/watch?v=bJ-hth6uiJI
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Señor Javier González: el libro lo consigue en el Archivo Histórico Pablo L. Martínez, en La Paz. Saludos.
muy interesante y fascinante donde puedo conseguir el libro vestigios de la antigua california