Por Víctor Octavio García

Sucesiones “cardiacas”

Los parecidos (o circunstancias) entre la elección local de 2011 y la elección local de 2015 son tales, que cuesta trabajo diferenciar una de otra. Pareciera que la elección de 2015 no es más que un burdo “copia y pega” de la elección de 2011, con el pequeño añadido de que en la elección de 2011 votaron muchos “muertos” y el 2015, sin votar aparecieron muchos votos. En la elección de 2011 los “Chuchos” (PRD) dejaron solo a Narciso Agúndez Montaño luego de ser ungido Luís Armado Díaz como candidato a gobernador (inconformes con la designación) y en el 2015, el presidente Enrique Peña Nieto sacrifica al candidato de su partido (PRI), a fin de concertar y llegar a acuerdos con las cúpulas y mafias de poder que giran alrededor de las suicidas reformas estructurales; meras coincidencias: En ambos casos, la plaza queda sola y ¡ahora es cuando!

En 2011, los “chuchos” impulsaban la candidatura de Víctor Guluarte a la gubernatura, mientras el gobernador (NAM) hacía lo propio con Luis Armando Díaz. No hubo acuerdos entre el CEN del PRD y el gobernador éste sin mayor problema se abrogó el papel de “fiel de la balanza” y designa sin ningún contrapeso a su delfín, Luis Armando Díaz, como candidato a la gubernatura del estado. El CEN del PRD toma sana distancia –se repliegan– molestos por la aberrante designación que recae en Luis Armando Díaz, y dejan solo a NAM con sus candidatos y tribulaciones. Como el CEN del PRD no podía aportar recursos para las campañas, dada la severa estrechez económica que enfrentaba producto de las deudas millonarias y multas del IFE heredadas de anteriores dirigencias, dejan que NAM tome las decisiones él y solamente él y, claro está, que financie las campañas.

Previo al inicio de la campaña, Marcos Covarrubias se sale del PRD y busca cobijo en el PRI. Infructuosamente trata de entrevistarse con el entonces gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, y no lo logra. Al no hacer contacto con Peña Nieto, Carlos Mendoza Davis, tiende puentes en el PAN y con cercanos colaboradores del presidente panista, Felipe Calderón, a través de José Antonio Meade y de Dionisio Pérez Jácome, entre otros –Carlos Mendoza Davis aún era un desconocido para Ernesto Cordero– y logran convencer tanto a la cúpula panista encabezada por Gustavo Madero como al presidente Felipe Calderón de que Marcos Covarrubias es una excelente opción para la candidatura del PAN a la gubernatura de BCS. Y lo fue, solo para efectos prácticos.

La salida de Marcos Covarrubias del PRD y otras escisiones que se producen al interior del PRD, provocan fuertes cuarteaduras que minimizan las posibilidades de triunfo del candidato oficial, de suerte que Luis Armando Díaz encara la campaña pero ya no como puntero, sino como un competidor más en la contienda. Peor aún, el PRI, designa a un joven candidato, con carisma, chispa y jalón, que parte de cero y a las pocas semanas de campaña se sube en las crestas de las preferencias y en el ánimo de los sudcalifornianos hasta marcarle la pauta e imponerle la agenda al candidato puntero del PAN, es decir, a Marcos Covarrubias.

La campaña pronto de polariza entre el candidato del PAN (Marcos Covarrubias) y el candidato del PRI (Ricardo Barroso), quedando rezagado el candidato del PRD en un lejano tercer lugar. La foto que se imprime a mitad de la campaña en nada modifica las perspectivas para el candidato del PRD, no así las perspectivas de triunfo del candidato del PRI que cierra abruptamente la carrera por la gubernatura varios días antes de las elecciones. Llega el día de los comicios y los resultados que arroja la elección en Los Cabos y La Paz –los municipios más poblados en el estado– confirman lo cerrado de la elección. Ambos municipios que concentran el 70 por ciento del electorado en el estado, el PRI se saca una ligera ventaja en ambos municipios con mil votos de diferencia en cada uno por encima del candidato del PAN. Ese era el “corte” que traía la elección sostienen los conocedores ¡Ah!, lo insólito y sospechoso es que los resultados de la elección brincan en Comondú y se van hasta las nubes; desde ahí Marcos Covarrubias se proclama gobernador del estado.

Luego viene el sagrado reparto; el municipio de Comondú y la gubernatura del estado para el PAN; La Paz y de Loreto para el PRI y Los Cabos y Mulegé para el PRD.

¿Qué fue lo que pasó? ¡Ah! que en transcurso de la campaña se dan cuenta en Los Pinos (Felipe Calderón, PAN) y en Insurgentes Sur (Beatriz Paredes, PRI), que el PRD abandonó la plaza en BCS y que el gobernador se quedo solo, sin respaldo de la dirigencia nacional del PRD y ¡ahora es cuando!. Felipe Calderón impuesto a atropellar resultados electorales y a ganar en las mesas y Beatriz Paredes, chapeada al viejo estilo del PRI; comodina, arrastrada y corrupta, deciden salomónicamente la suerte del estado; la gubernatura del estado para el PAN; las alcaldías de La Paz y Loreto para el PRI. La sensación colectiva que queda fuertemente impregnada en miles de sudcalifornianos es que ni la gubernatura del estado la ganó el PAN ni el PRI ganó las alcaldías de La Paz y Loreto.

Para Beatriz Paredes –actual embajadora de México en Brasil– la única prioridad en esa elección era que ganara su amiga Esthela Ponce Beltrán. Ricardo Barroso Agramont no le representaba nada, salvo que le sirviera como moneda de cambio. Felipe Calderón, que jamás ha ganado una elección –ni siquiera la suya en el 2006, que le arrebato de las manos a Andrés Manuel López Obrador, en complicidad con el PRI de Beatriz Paredes, Emilio Gamboa y de Manlio Fabio Beltrones, fue más práctico (al igual que el pasado 7 de junio); se quedó con la gubernatura del estado a cambio de un desigual y asimétrico reparto de municipios y diputaciones locales, desde las crestas de una elección atípica y  anticlimática, exactamente igual como la de hace un par de semanas. ¡Qué tal!

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