Por Víctor Octavio García

Presentación del libro

• La crónica de “Crónicas de cacería”

Pasadas las 5 de la tarde llega el ex gobernador Leonel Cota Montaño, solo, sin chofer y sin guarura. A prudente distancia lo sigue mi compadre, Raúl Rodríguez Pulido. ¿Qué tal Víctor, como estás?, me ataja a modo de saludo. Bien, gracias por acompañarme, le contesto, al tiempo que le pido que pase; estás en tu casa, le digo. Las diferencias desde hace tiempo quedaron atrás y esa tarde, una vez más nos une el amor a la tierra; la tierra de nuestros “viejos”; la tierra donde nos parieron. Poco a poco van llegando los invitados, cazadores asociados, sin “cintillos” pero con baraja en mano; otros, los más discretos, acceden por las enramadas que forman los corredores que dan a la casa de amplísimos corredores, verdes jardines, decorados rústicos y una amplia cocina que presume una antigua estufa de leña de fierro vaciado –de manufactura germana, como el dueño de la finca– y “atizadores” contiguos para lo que “se ofrezca”. Adrián Moller, el dueño, amigo de toda la vida, sigue sudando la gota gorda atendiendo a los invitados. Allá adentro, Raúl Olachea platica largo y tendido con el “Tony” Manríquez saboreando un rico café de grano recién colado. Son cerca de las seis de la tarde y aún no llega mi familia que tiene la enorme encomienda de atender a los invitados que siguen llegando solos o acompañados. No se cómo recibo un par de llamadas en el celular que alternó con saludos de amigos que siguen llegando. En la casa, se escucha el bullicio; Juan Melgar y Pepe Gajón –dos de los tres presentadores– en espera de que comience el evento, al igual que Valentín Castro y Francisco, mi pequeño demonio, que la harán de maestros de ceremonias, mientras Víctor Guluarte aún no llega y no hay señal de teléfono para hablarle. Se me acerca Jesús Montaño para comunicarme que Narciso Agúndez me ha estado marcando pero no ha podido hacer contacto conmigo, es que aquí no hay señal, le digo….. Y los invitados siguen llegando; Reyna Carballo y Eliseo Domínguez, del rancho de El Rosario, Víctor Tarango y familia, Pilar “Pilarrillo” Almaraz y sus hijos, Memo y Christian y el “Gordo” Almaraz con si nieto “Pokemón”, que se “apellan” del carro en medio de tremenda “guasanga”.

Decido retirarme de la puerta para ir a ver a los invitados que se encuentran en el interior de la casa cuando arriba el “Tony” Ortega, César Ortega y Guillermo Salgado a quienes saludo con un fuerte abrazo; luego Román Pozo, quien me avisa que no tarda en llegar Ricardo (Barroso). A lo lejos diviso a Francisco “Pancho” Pelayo, Omar Zavala, Ignacio Inzunza Jr., Ignacio Inzunza padre, Raúl Rozeaud, Ramón Alvarado, Guillermo Barajas, Félix Mario Higuera, Jesús Murillo, Cirilo Verduzco, Ramón Fisher, Martín Inzunza, Amadeo y Héctor Murillo y al “Jano” Amador, entre otros. En medio de saludos me muevo del lugar donde estuve parado como patibulario a lo largo de varios minutos cuando de “chiripa” entra una llamada a mi celular; veo la carátula y es Luis Cóppola. Qué paso don Luís, dónde andas, lo atajo a manera de saludo. Víctor, una disculpa, Estoy aquí en Cabo y no podré acompañarte porque traigo un fuerte problema de laringitis, en la semana te habló para almorzar y no se te olvidé guardarme un libro, me dice. No te preocupes, le respondo, aquí te lo agradaré, cuando en eso hace su aparición la “división” Valdivia; el General Tito Valdivia y su cachorro Juan Alberto, quienes después de un cálido saludo me piden que pose con ellos para la foto que casi de imediato la suben al Face. (Poco después haría lo mismo Ricardo Barroso, subiendo una foto posando con mi familia en los ajetreos de la cocina). Antes de retirarme de la puerta llega el Rector Gustavo Cruz Chávez y Dante Salgado, y los acompaño hasta el interior de la casa.

Al entrar saludo a Patty Ramírez, Salvador “Chava” Salgado, Jesús Chávez, Aracely Hernández, Jesús Montaño, Freddy López, Eliseo Zuloaga y Pedro Mazón.

Juan Carlos Méndez, José Luís Puga y Tito Loya llegan casi al mismo tiempo, pero por separados. De lejos saludo a “Bobby” García, Humberto Jiménez Michel, Ángel Gajón, Enrique Beltrán, Minerva Simeón y a Renato Beltrán que ya ocupan sus lugares. No hay sillas reservadas para nadie porque todos son especiales, mis invitados pues. Armando Martínez Vega se sienta en tercera o cuarta fila al igual que “Pancho” Pelayo, Juan Alberto Valdivia, Omar Zavala y Noé López, el poderoso Jefe de Policía.

Guillermo Beltrán, que no llevan ninguna representación oficial, al igual que Armando Martínez Vega, más que su convicción de estar allí y solidaridad para con un servidor, toma un discreto lugar en primera fila, donde ocupan lugares Jesús Flores, el Rector Cruz Chávez, Dante Salgado, “Patty” Ramírez y Alberto González Rivera, entre otros. Guillermo Aguilar, Alfredo Reyes Cervantes, Manuel Fort e Ignacio “Pato” Inzunza, otrora poderosos mandamases del SNTE, optan por un lugar discreto, lejos de los reflectores. De lejos alcanzó a distinguir entre tantas caras conocidas a Adrián Calderón, a Poncho Real (Pasy) y a “Memo” Ojeda Lieras, así como a Eduardo “Lalo” Palacios y a mi tía Lala.

Don “Tacho”, viejo compañero de “parejeadas” platica amenamente con Víctor (“Videorrea”) Manríquez, Jorge Ochoa y Lizandro Rodríguez, Doy una ligera “mapeada” y veo lleno tal. En cuanto llega Víctor Guluarte acompañado de sus hermanos Cirilo y Adrián, le hago señas a Valentín para que anuncie el inicio del evento. Minutos antes, Francisco, mi pequeño demonio, me había pedido que quería hablar en el evento. Mi retoño, diligentemente atiende a dos invitados; Alejandro Moreno Gallo y a su hijo Alejandro Jr.. Isidro Ruiz, que en la víspera me apoyó en la organización del evento, en encerrada platica con Javier “Chino” Yuen, Abismael Ibarra, Ignacio Inzunza, mientras Gonzalo Cervera, observa el rústico escenario. Y abre Juan Melgar…..“Los demonios que impulsan a los hombres son poderosos. Víctor Octavio tiene tres de esos demonios bien diferenciados: opinión política, cacería y cocina, que en momentos se le mezclan y revuelven; se le hacen liacho, pues y, astuto el hombre, resuelve el asunto con ese bálsamo que es la escritura», así inicia Juan Melgar su participación quien, junto con Pepe Gajon de la Toba y Víctor Guluarte hacen el honor a este escribidor de presentar el libro “Crónicas de Cacería” (mis andanzas por el monte) en el Rancho Las Palmas de San Lorenzo, por los rumbos de El Coyote. Día inolvidable por lo que representa y por el sentimiento de legar lo que nos da identidad y orgullo, exhibir al ranchero sudcaliforniano, con sus virtudes y grandeza pero sobre todo con sus eternas demandas y sus diarias necesidades. Día de saludar amigos y conocidos, familia y políticos, de escuchar dentro de la ceremonia que encierra la presentación del libro, los fugaces cruces de doble sentido, apodos e historias ciertas y una que otra inventada por algunos del conglomerado reunido en el rancho de la familia Moller, que es parte del mismo sueño que nació al escribir “Crónicas de cacería”.

Día en que las ideologías, pleitos ancestrales, enfrentamientos y adversarios no se hicieron presentes, presentes si quienes han ocupado y ocupan cargos de responsabilidad gubernamental y partidistas, gobernador, presidentes municipales, senadores, diputados federales y locales, presidentes de partidos políticos, delegados nacionales, amigos de andanzas en el monte y de los clubes de tiro, caza y pesca, familia, amigos y compañeros de los medios de Comunicación. Día de personajes como los describe el maestro Melgar; «que deambulan por las crónicas, apenas perfilados por el autor, son sus compás de acampada, citadinos a medias, rancheros por gusto y cazadores completos, con apodos rebuscados: el Poco lonchi, el Coyote con frío, el Gorra miada, el Traspaleado…». Día de realizaciones y logros que todo el tiempo atrás se venían construyendo, de tamales y burritos, de queso oreado y frijol refrito, de queso de chiva con aceitunas y nopales y café de talega. Día de agradecimiento para los presentes quienes en su persona ratificaron ancestral amistad, para quienes al igual que el maestro Melgar, Pepe Gajón y Víctor Guluarte hicieron uso de la palabra para elogiar, señalar datos, descubrir personas de manera pública que hasta esa fecha seguían en el anonimato, narrar andanzas en un colectivo pocas veces reunido donde estaban todos y todos cupieron. Día de agradecer también a la UABCS y sus autoridades por el apoyo irrestricto para que “Crónicas de cacería” se editara y publicara. Día que el rancho Las Palmas de San Lorenzo recibió a quienes junto a mi escuchamos decir a Juan Melgar: «Estas Crónicas que hoy reúnen a periodistas, citadinos, rancheros, cazadores, políticos de a deveras (y a uno que otro chinampo), estas crónicas, digo, constituyen un canto áspero y mesteño al dulce placer de agarrar monte nomás porque está ahí, y nos espera para que sintamos en los “guesos” el misterioso murmullo del viento que sopla quedito “ai” en la cañada, más recio allá en el cerro, o rumoroso acá en el cardonal, que es cuando la madrecita naturaleza entona amorosa la canción del desierto para quienes –como ustedes, como Víctor– saben escuchar. Estas crónicas son parte de lo que aún es nuestro, lo que nadie nos puede quitar. No señor.». Una magistral disertación que gustó, y gustó mucho.

José “Pepe” Gajón, viejo y conocido cazador, reposado y conocedor del medio ubica su intervención –acoplado por su basta experiencia, las “hambreadas” en el monte y las “paleteadas”–, en una amena participación, todo informal porque el evento así lo exigía. Y como se trataba de un encuentro de amigos, de viejos, nuevos y de renovados afectos, Víctor Guluarte apela en su alusión a Gabriel García Márquez, de quien dijo, “escribía para sus amigos”, contando una graciosa anécdota de cacería que ocurrió durante una “lampareada cuando nos topados en una brecha petrolera; él acompañado de Isidro Ruiz, Javier “Chino” Yuen y de “Chichi” Amador; Pilar “Pilarillo” Almaraz, Francisco, mi pequeño demonio y un servidor. Tomó el micrófono para hacer una reflexión en voz alta; habló sobre el estado de abandonó en el que vive el ranchero sudcaliforniano desde hace décadas, con quien aún tenemos grandes deudas históricas por nuestra indolencia, indiferencia, medianía y mustia actitud hacia ellos, no obstante de ser la cuna de nuestro origen, lo que nos dio identidad y nos sigue dando pertenencia. No reconocerlo es pecar de malagradecidos.

Ya para rubricar el acto me piden la palabra Jesús “Bobby” García, Aracely Hernández, Juan Carlos Méndez, María del Rosario Castro Moller, Alfredo Reyes Cervantes, Víctor Manríquez, Alejandro “Titi” Carballo y Ramón Alvarado que inmerecidamente me elogian. En cuanto terminan y tras agradecerles sus comentarios que me motivan profundamente, me dirijo a la cocina donde encuentro a Ricardo Barroso, a su papá, Pedro, –Pedro “el Malo”– como lo tuteó y a “Chicho” Amador, “testereando” burritos, tamales, queso y frijol. Alguien me avisa que el alcalde de Los Cabos “Tony” Agúndez, Alejandro “Titi” Carballo, Rigo Carballo y Felipe Zepeda están en uno de los corredores y me dirijo a saludarlos, mientras “Pepe” Gajón, Víctor Guluarte, el Toba, Teodoro Agruel, Veytia, Rigo Carballo y el “Titi” arman la “malillada” que transcurre entre zapatos, renuncias pero sin capotes hasta las dos de la mañana, “testereando” dos ollas de menudo con patitas y como “botana”, cuajaditas de chiva con aceitunas, nopales y chiles mezclados, a la vera de un “Juanito caminante” (Jhonny Walker) y un riquísimo ron guatemalteco. Salud.

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