Por Víctor Octavio García

¡Adiós don Luis!

A finales de 1981 –no recuerdo bien a bien sí fue en noviembre o diciembre– cuando traté por vez primera a don Luis Bulnes. Recuerdo que ese día –tarde– me recibió en las instalaciones del viejo Sol Mar (ahora es otro). Ahí se encontraba doña Conchita Malo de Bulnes, su esposa, quien acababa de componer una preciosa canción (yo diría que un himno) a Cabo San Lucas, “Paraíso de los pescadores”. Sobre el piano, la nativa de San Miguel Allende, Guanajuato, entonó su canción para deleite de don Luís y un servidor, que escuchamos con especial atención degustando un vino tinto originario de los viñedos asturianos.

Al escuchar el suave ritmo de la canción –de corte romántico– le pedí que la tocara de nuevo. Aunque no soy conocedor sentí, –al ver como sus delicadas manos se deslizaba suavemente sobre el refinado teclado del piano– estar escuchando la “Novena Sinfonía” de Beethoven, “Un canto a la alegría”. Fueron varias canciones de su autoría que tocó, todas con su original historia, que cantan e interpretan prestigiados cantantes de talla nacional e internacional.

Esa tarde conocí la recién construidas “suites” Francisco King Rondero y Carlos Morgan Martínez. Únicas en su estilo y acabados. En esa época escribía para “La Voz de Los Cabos” que dirigía Jesús “Güero” Montaño, y llevaba la encomienda de hacer un reportaje sobre Conchita Bulnes. Desde entonces entable una relación duradera, de respeto, admiración y afecto, como lo hice con otro de los “Luises” que integraba el célebre grupo de los “Luises” (bautizado así por el autor de este espacio a inicio de los 80’) inicialmente conformado con Don Luís Coppola Bonilla, Marcos Mateo Parr, ambos fallecidos y el Cap. Sebastian Romo Santillán, cuyo peso político era incuestionable en la zona. Con Luís Coppola o “Luisin”, como lo tuteaba don Luís Bulnes, habría de identificarme más manteniendo una excelente relación. (Siempre he dicho que con Luís (Coppola), Luís a secas, he mantenido una de las relaciones político-periodistas más perdurables y duraderas, porque es una relación distante; habló o lo veo cada seis u ocho meses, sí es que no hay nada extraordinario de por medio).

En ese tiempo los “Luises” jugaban el papel de “fieles de la balanza”. No recuerdo si fue Alberto Alvarado o Víctor Liceaga, quien me confió que la designación más tersa que había hecho en el nombramiento de sus más cercanos colaboradores fue la designación del director de turismo, porque a diferencia del resto de los funcionarios que integraban el gabinete tenía que buscar los equilibrios con los grupos políticos. Al director de turismo solo lo consensuaba con los “Luises”, con Raúl Arechiga y los Ruffo.

Acababa de crearse el municipio de Los Cabos y los planes que había para el nuevo municipio eran ambiciosos, y absolutamente viables como quedaría demostrado años después. Carretera cuatro carriles San José del Cabo-Cabo San Lucas; conservación y limpieza del estero de San José; fundo legal en ambos desarrollos turísticos, nuevas instalaciones para la Delegación Municipal de Cabo San Lucas, edificio para los Bomberos, agua potable, obras de drenaje y pavimento, trazo urbano, aeropuertos, defensa de la pesca deportiva, reforzamiento de las políticas de salud, educación, deporte, recreación y muchas preocupaciones más que hacía de los “Luises” los líderes naturales del nuevo municipio.

En todas y cada una de estas preocupaciones aparecería don Luís Bulnes, como el Quijote, luchando contra verdaderos molinos de viento. A San José se le otorgó la mayoría de edad con la creación del cuarto municipio pero a Cabo San Lucas se le sigue negando ese anhelo, como se le han negado muchas de sus potestades conculcadas por leyes amañadas por funcionarios y políticos perversos.

Lo que hoy es Cabo San Lucas –y lo que es el municipio– difícilmente se concibe sin la participación destacada de los “Luises”, especialmente de don Luís Bulnes y su inseparable compañera, Conchita, que aman y han amado esta tierra, el fin de la tierra peninsular .–finisterra–, como pocos lo han hecho. Hoy, ese gran hombre a quien los cabeños todos le debemos muchos, ha partido en el viaje sin retorno. Se ha ido don Luís Bulnes pero queda su recuerdo imperecedero de un hombre de bien, que aquilató los valores más profundos y sensibles del ser humano, honrando su misión como ejemplar padre de familia, ciudadano cumplido, amigo fiel y generoso, sudcaliforniano al fin que amó y defendió esta tierra como pocos lo han hecho. Vaya para él, donde quiera que éste, “Un canto a la alegría” no de la “Novena Sinfonía” de Beethoven, sino de la canción “Cabo San Lucas, paraíso de los pescadores”, aquella canción –en ese entonces inédita– que escuchamos juntos en el ocaso de 1981 en su hotel, Sol Mar. Para él, mi gratitud permanente. ¡Descanse en Paz!…..Salud.