* Don Matías L. Galindo, josefino que superó el siglo de vida
Por Domingo Valentín CASTRO BURGOIN
Barrio Villa Chica. Centro Histórico de San José del Cabo. Fines de los años sesentas del siglo pasado. Yo tenía menos de diez años. Ya había vivido en San José, donde cursé unos años de educación básica, pero vivíamos en La Paz y en cuanto salía de vacaciones al día siguiente estaba en San José con mis primos. Apenas recuerdo la brecha por donde pasaba en los autobuses amarillos donde mi padre trabajó de chofer y con sus compañeros «me encargaban», pues viajaba solo desde los seis años de edad. Eran los tiempos del San José de unos cuantos miles de habitantes. Estero sano como un vergel. Huertas en el centro histórico, la de Albañez, a escasos trescientos metros del actual palacio municipal. Dominaban el comercio local los «Arámburo», Don Ernesto y su hijo Enrique, y desde luego «Almacenes Goncanseco», tienda más antigua que anteriormente se había llamado «La Voz del Sur», propiedad de Don Valerio González Canseco, y que después heredaría Don Carlos Manuel González Ceseña, con quien trabajé dos años, primero de empacador de mercancías y luego de cajero general, a mis quince años de edad. Ahí conocí a muchos que fueron amigos a mi corta edad: a Don Ricardo Mendoza Mouet, hermano del «Pano» y de Emilio «Milo» Mendoza, famoso deportista, padre de mi amigo el profesor Luis Mendoza; a José Luis «Chivi» Verdugo Pedrín, abuelo de mi amigo Gabriel Fonseca; a Hiram Taracena; a Don Avelino Navarro y su hijo el «Cuate», que cuidaba parte del almacen y era responsable del toque de entrada y de salida de unos cuarenta o cincuenta trabajadores; a Don Ricardo Calderón de la Barca y a su hijo el «Meme»; a Chabelita Montaño, a la Toli, hija de Don Roberto Ceseña, a Ruth Sandoval, a Lucita, a la Meche, y a muchos amigos más. Poco antes de trabajar ahí, acompañaba a mi madrina Chata a adquirir cada quincena el bastimento y artículos para la casa, con el sueldo que religiosamente le proveía mi Tío Cano, a la vieja tienda donde conocí a Don Joaquín Palacios, que administraba la ferretería y a Don Abel Olachea Ceseña, padre de Miguel Ángel Olachea Palacios, que fue presidente municipal de Los Cabos durante el periodo 1993-1996. Calles de terracería, carros escasos, caballos en las calles.
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