Por Víctor Octavio García
Cambio y ruptura
En política, como decía el General Lázaro Cárdenas; “para que las cosas se puedan poner bien, primero se tienen que poner peor”. Así quienes pensaron que los graves problemas financieros, laborales y la prestación de los servicios públicos en el Ayuntamiento de La Paz habían llegado a su nivel más crítico, se equivocaron. Todo indica que lo peor está por venir, porque el control monolítico que predominó a lo largo de casi cuatro años dejó de existir y no porque haya sido deseable, sino porque se impuso tras una mezcla de arbitrariedad y esperanza; los problemas se agudizarán porque si en lo doméstico, con todo y los graves problemas que se han presentado no se les dejó de pagar su sueldo a los trabajadores sindicalizados, los vientos que soplan para los recién llegados no son de fronda. La carga de una nómina política sigue sangrando el presupuesto; los ingresos propios siguen siendo magros, las participaciones federales comprometidas con programas y recursos ya etiquetados y con una deuda pública inmanejable, y por si fuera poco, con una capacidad de gestión agotada ante el gobierno federal porque la ex alcaldesa no logró la nominación a la gubernatura, lo que quiere decir que tampoco las traía todas consigo en el grupo compacto de Peña Nieto, de ahí que no se vea por donde pueda interesarle a la ex alcaldesa “puentearle” recursos a un Ayuntamiento que en los hechos ya no controla, aunque tenga a sus incondicionales cobrando en puestos claves de la administración.
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