Por Víctor Octavio García
Sin llegar a Versalles
Siempre he tenido la maldita premonición –o corazonada– que vivó la misma angustia que vivieron los generales y mariscales que pelearon con Napoleón; de que mi lucha no ha sido estéril sino el destino es el que me ha hecho una cruel jugada: Me la partí en dos intentos por conquistar un espacio y he quedado en el intento. Hoy, tras las experiencias de pelear por un espacio, evocó el silencio el tango de Gardel; “adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando mi retorno/son las mismas que alumbraron con sus pálidos reflejos hondas horas de dolor/ y aunque no quise el regreso siempre se vuelve….”.
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