Por Víctor Octavio García
Cacería
- Noche en vela

Un día antes me topé con Manríquez y lo invite pal rancho del “Prieto”. Vamos a ir en plan de relax, le dije. Esa misma tarde armamos la salida; una modesta despensa, café, verduras, pan y un pedazo de angelito oreado (pescado) para la machaca y machaca de res. Al día siguiente agarramos la brecha disfrutando el paisaje, aunque seco, lleno de vida. El triste canto de las palomas pitahayeras (siempre he sentido triste su canto) y el trinar de un que otro cenzontle posado sobre los brazos secos de los lomboyes nos acompañaron a lo largo de tres horas de recorrido, y de ir rodeando la imponente sierra de las “Tarabillas” y el domo reseco de la “Punta del Mechudo”.