
- Una voz que merodeaba en palacio: llaman a la puerta, presidente.
- Usted, amigo lector, tiene la última palabra.
- Figuras de hombres avanzan por la faja norteña.
- Apareció una zeta grande en la plancha del Zócalo.
La voz se escucha tersa, meliflua: “señor presidente, llaman a la puerta central de palacio”. Una voz autoritaria repuso: “ quién diablos es”. No sé, señor. Solamente aparece una hoja con una “Z” mayúscula que debe tener algún significado. Este despacho se escribe por las condiciones tan críticas como se encuentra el país. “una paz de ahuevo” como aquella paz porfiriana donde el otrora un doloroso militar era el más desesperado por morir en combate contra los franceses, dio un giro de 360 grados y para empezar, habilitó a las fuerzas federales para que asesinaran a 20 mil yaquis. La historia pareciera repetirse pero si yo soy tu amigo te daré la mano hasta el final pero si te la entrego y me traicionas entonces ni eres mi amigo, ni eres mi hermano. El país diariamente se encuentra en conflictos y aquellos que no les saben mal el bocado que se llevan a la boca con la sangre de los pobres y el llanto de los inocentes, periodistas pedorros como los llama a veces el inefable diputado federal que es chile de todos los moles, se niegan a reconocer que han existido errores tras errores.
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