Por Víctor Octavio García
Baches
- Bye, bye, bye
Desde la última lluvia de octubre apareció sobre la cinta asfáltica erguida, orgullosa y retadora. Todos los días que llegaba a casa de mi mamá, ahí estaba, firme e inamovible. En diciembre –un mes después del último “aguacero”– consensué entre mi familia la posibilidad de sembrar un cardón o un guamúchil para prevenir a los automovilistas sobre su letal presencia. El tiempo pasó y seguía donde mismo. En varias ocasiones lo rellenamos de tierra pero al día siguiente amanecía peor. No, no era un bache o cráter como los cientos que hay en la ciudad sino una enorme zanja a lo largo de una cuadra — como las trincheras que se construyeron en Europa durante la Primera Guerra Mundial–. Así permaneció desde octubre pasado hasta ayer, cuando apareció César Pozo y una cuadrilla de trabajadores de Servicios Públicos.
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