¡Ya están cansados de promesas!


San José del Cabo (California) — Una manta gigante tendida sobre un puente peatonal en San José del Cabo no es solo una protesta más; es el síntoma de un sistema educativo que falla en sus niveles más básicos. La comunidad de la escuela «Justo Sierra», una de las más tradicionales de la zona, ha tenido que recurrir a la visibilidad pública para exigir lo que por derecho les corresponde: una educación digna y segura para sus 456 estudiantes.

El reclamo es concreto y evidencia un abandono institucional preocupante: la escuela carece de subdirector académico y de maestro de lectura. Doce grupos de estudiantes se distribuyen en aulas con mobiliario insuficiente, donde algunos niños ni siquiera cuentan con un mesabancos. Esta realidad no es solo una estadística; es una limitación diaria al derecho fundamental de aprender en condiciones adecuadas.

Sin embargo, la denuncia más alarmante es la que señala el riesgo físico inminente que corren los alumnos. La biblioteca y el edificio de USAER, por su antigüedad y construcción débil, representan un peligro latente. En una región donde los temblores son frecuentes, la posibilidad de que estas estructuras «puedan venirse abajo en cualquier momento» es una negligencia inaceptable. La seguridad de los estudiantes no puede ser un tema de negociación o un gasto prescindible.

Es profundamente revelador que los padres de familia afirmen que la Secretaría de Educación Pública (SEP) está al tanto de esta situación, pero la respuesta ha sido el silencio o la inacción. Esta falta de atención convierte la promesa de una educación pública de calidad en una frase vacía. La necesidad de escalar la petición directamente al gobernador del estado subraya la fractura en la cadena de mando y la urgencia de una solución que no llega.

La manta en el puente es el último recurso de una comunidad cansada de promesas. No piden lujos, exigen lo esencial: maestros, mobiliario y, sobre todo, seguridad. Mientras las autoridades educativas no prioricen la integridad y el futuro de estos niños, cada día de clases en la Justo Sierra será un acto de fe y un recordatorio de una deuda pendiente de la sociedad con sus nuevas generaciones.


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