
OASIS DE TODOS SANTOS A REMATE
Por Carlos González Muñoz
Más claro ni el agua.
Las declaraciones recientes del gobernador del estado y de la alcaldesa de La Paz, respaldando el proyecto turístico Palmares en el oasis de Todos Santos, Baja California Sur, propiedad del empresario sinaloense Ernesto Coppel, son un reconocimiento público de que los gobiernos locales actuales, al igual que los anteriores , han decidido renunciar a modificar el modelo de turismo extractivista que ha predominado en la entidad desde hace décadas, un modelo basado en la concesión indiscriminada de predios costeros y en la apropiación privada de los bienes públicos.
El proyecto Coppel que ahora sabemos cuenta con el aval y reconocimiento de las autoridades gubernamentales, al igual que los demás mega proyectos de desarrollo inmobiliario asentados en la entidad, reproduce un modelo de turismo masivo basado en la pérdida de soberanía sobre los bienes públicos y en la destrucción del entorno ecológico en beneficio de capitalistas sin arraigo y sin vínculos de ningún tipo con las comunidades locales, empresarios y cadenas hoteleras cuyo móvil principal es el lucro, la obtención de ganancias, nunca la prosperidad de los lugareños quienes en cambio, deberán conformarse con la creación de empleos como el único beneficio recibido.
El proyecto Coppel, seguramente lo saben el ejecutivo estatal y la alcaldesa paceña, está siendo promovido como un desarrollo inmobiliario “que ama a la naturaleza y a la comunidad local”, según se lee en un panfleto publicitario distribuido profusamente por el empresario entre periodistas y medios de comunicación locales, pretendiendo ocultar y limpiar una imagen contaminada de destrucción y lucro.
Emulando a los conquistadores españoles que engañaron a los pueblos originarios intercambiando canicas de vidrio por oro, en el comunicado publicitario citado, el señor Ernesto Coppel afirma que “han trabajado de la mano de las autoridades y cumplido con todos los requisitos legales”.
Pues sí, como él mismo reconoce, de la mano de las autoridades pero a espaldas de la población.
Como lo haría cualquier vendedor de ilusiones, el señor Ernesto Coppel afirma en su material propagandístico que el proyecto inmobiliario “honra el carácter de un destino de baja densidad y bajo impacto”, comprometiéndose a que “más del 90% del palmar será destinado a áreas verdes, huertos orgánicos y espacios de uso comunitario para el avistamiento de aves”.
Presentado como uno de los compromisos centrales, en el folleto publicitario puede leerse que “el desarrollo respetará la identidad cultural y la construcción de comunidad”.
¿Será cierto?
En el puerto de Mazatlán hace apenas unos dos o tres meses, este mismo personaje, fuera de sus casillas y rojo de ira, mandó callar a bandas que interpretaban música regional sinaloense, afuera de uno de sus hoteles ¡porque molestaban a él y a sus huéspedes estadounidenses!
¡Este es el fulano que se compromete en el papel a respetar el entorno, la identidad cultural y las costumbres locales!
¿Usted le cree? Yo tampoco.
Pero hay quienes sí.
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