El Mesías de la perdición

Antonio Ceja

El mote de “El Mesías” que se le aplica al presidente de la república Andrés Manuel López Obrador es, sin duda, muy acertado. Empeñado a predicar sus planes en el púlpito de las mañaneras, López Obrador no solo es un malísimo orador, sino que, también, es igualmente pésimo en proponer soluciones a problemas que requieren una estrategia y no de improvisaciones.

Quizás el mesías más conocido sea Jesús de Nazaret o Jesús de Belén el cual, finalmente y luego de ser ignorado y crucificado, pasó a la historia merced al acomodo histórico de un guerrillero cuyos ideales simplemente casi nadie tiene en cuenta y ello podría explicar el desastre de paneta que tenemos los seres humanos. Aunque Jesús es una franquicia que deja millones de pesos a los altos clérigos católicos y cristianos y uno que otro pederasta, lo cierto es que los llamados “mesías” siempre tendrán un escaparate para las mentes débiles y cobardes que culpan a todos de sus desgracias y se encomienda a lo que Dios quiera (El Mesías) esperando el milagro.

Igual que Jesús, AMLO se ha sentido iluminado por las musas de hace 45 años ya que las soluciones a los problemas que él mismo ha causado merced a su terquedad atemporal de hacer política, lo animan a crear, de la noche a la mañana, un decálogo –el segundo de su novel sexenio- con el que anuncia la solución a los problemas económicos causado por la pandemia que suman a crear una situación de alta delicadeza financiera para el país por los errores ajenos a la crisis de salud, los cuales, según su labia Macuspana, pueden solucionarse con sus 10 acciones de salvataje de la nación.

Pero lo cierto es que, lo único bueno de los 10 puntos dados a conocer por AMLO es que son precisamente 10, como los Mandamientos de la Ley de Dios porque en eficiencia para enfrentar la crisis económica no sirven absolutamente de nada más que para que sus discípulos se lo crean ciegamente. López Obrador necesita urgentemente causas y motivos para sostener su farsa presidencial y hacer creer que trabaja. Ya los especialistas financieros reconocieron que su decálogo de rescate no salva ni a una mosca y, para generar más distracciones, inventa pleitos con la prensa –pese a que la tiene todos los días soportando sus sermones- con sus cuates como Salinas Pliego o presentando al titular de la UIF anunciando que “hay un proceso de investigar a un laboratorio por fraude en el sexenio pasado” sin presentar prueba alguna ni guardar el sigilo que el caso amerita lo que pone en entre dicho la seriedad y veracidad de que, efectivamente, se está realizando una investigación profesional que, hasta ahora, solo han arrojado pírricos resultados.

López Obrador destapa un hoyo para tapar otro; esa mecánica la estará aplicando el resto de su sexenio hasta que, finalmente, no le alcance la tierra de un hoyo para tapar el siguiente que, seguramente, tendrá el tamaño de una piscina olímpica y, fiel a su manera de solucionar sus errores, buscará, nuevamente, a los culpables de que a México le vaya mal tal como Jesús de Nazaret o de Belén, culpó a los romanos de ejercer una tiranía contra el pueblo esenio que, finalmente, dejó solo al mesías por ponerse a las patadas con Sansón.