Por Víctor Octavio García
¡Qué tiempos aquellos!
* Las últimas guaycuras en el Aguajito
Con afecto a mi querido amigo, Raúl Olachea Lucero, orgullosamente sudcaliforniano.
(No me soy afín de reproducir colaboraciones publicadas reproduzco esta reseña del 8 de enero de 2015, a solicitud de algunos lectores)
Distante –en línea recta– ocho kilómetros del rancho El Aguajito, se encuentra la cueva donde habitaron las últimas dos indias guaycuras (madre e hija) que fueron atrapadas por un grupo de rancheros de la zona allá por 1850, –según reseña la tradición oral–, lugar donde aún se conservan vestigios de su presencia (metates, manos de metate, pequeñas ollas empotradas sobre el tepetate para moler semillas, pedernales, cenizas y hollín sobre el piso, pared y el techo de la cueva) que muestran claramente que el proceso de evangelización en la California jesuítica no fue tarea fácil ni de un día para otro; en 1850 San Francisco era una ciudad pujante, en el medio oeste, Billy Kid consignaba las primeras leyendas épicas de valor y destreza con su Colt fajada al cinto en el medio oeste y Antonio López de Santa Anna ya había entregado más de la mitad del territorio nacional a los yanquis.