Por Víctor Octavio García
¡Qué tiempos aquellos!
En memoria de dos queridos paisanos; mi pariente Miguel Castro (a) el “Gallo” y Lupe Ojeda
Recuerdo que días después del magnicidio de John F. Kennedy, –en noviembre de 1963–, hubo baile en mi tierra (Caduaño); en ese entonces no había luz eléctrica ni agua potable y la cerveza la enfriaban en tinas con hielo llevado de San José del Cabo, y los bailes eran cada venida del obispo, tendría cinco o seis años. El baile se había anunciado mucho antes del suceso trágico en Dallas, Texas, hecho que conocimos a través de un radio de bulbo RC Víctor de 8 bandas de los Castro, cuya resonancia se escuchaba varios metros a la redonda; la “Pichucha”, maestra decana de los tiempos del “Chucho” Castro, era la organizadora; con anticipación confesionaba los “distintivos” –listones de tela de colores– que le prendían en el brazo al bailador para identificarlo de que había pagado, cinco o seis faroles y lámparas de bombilla alimentadas con petróleo, eran con las que se “aluzaba” el baile.
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