CÍVITAS – CALIFORNIO XXII


*Primer Plenilunio Rural

Por Domingo Valentín CASTRO BURGOIN

0 a luna en la zona rural los cabosEl sábado 21, a partir de las cinco de la tarde se efectuó el denominado Primer Plenilunio Rural, bajo los auspicios del Instituto Municipal de Cultura y las Artes del Ayuntamiento de Los Cabos y las Delegaciones Municipales de Miraflores, Santiago y La Ribera.

Un evento extraordinario, muy probablemente sin precedentes, realizado en el conocido como monumento al Trópico de Cáncer, instalado a orillas de la carretera al sur, entre los poblados de Santiago y Miraflores.

Invitado a participar como ponente por mis amigos Alán Castro Ruiz, director general del nuevo Instituto Municipal de Cultura de Los Cabos, Gabriel Fonseca Verdugo, recién nombrado Cronista Municipal de Los Cabos y el profesor Gilberto Martínez, coordinador de cultura de la Delegación de Miraflores, el evento dio cuenta de la capacidad en la organización del mismo por la participación de personas y grupos del ambiente cultural, artístico y artesanal de estas delegaciones rurales y de personajes de la cabecera municipal que se distinguen por su vocación cultural, la historia y su activismo por la preservación de las tradiciones y costumbres, a lo que hemos dado en llamar «sudcalifornidad». Asimismo, permeó en el ambiente la coincidencia en la necesidad de que este tipo de eventos culturales se realicen continuamente y en las cabeceras delegacionales, a fin de que la gente, sobre todo adultos mayores y niños puedan disfrutar, prácticamente en casa, de este tipo de espectáculos que fomentan la identidad como sudcalifornianos, alimentan la tradición y las costumbres, y nos dan mayor cohesión social como comunidad; para que no se piense, como dicen por ahí, que Los Cabos comenzó con la instalación del Costco o la llegada de Puerto Los Cabos.

Acudí acompañado de mi esposa Cristina Gabriela y mis hijos María José, Domingo Valentín y Juan Pablo, doblemente motivado por el evento y la oportunidad de dar a conocer un sencillo trabajo en memoria de mi padre Saturnino Castro Sández, sus hermanos y familiares de esta región que como en cascada han fallecido en los últimos años. Lo hice intentando algunas reminiscencias de su paso por esta tierra, su apego a ella, y también por la necesidad de no olvidarlos, antes bien enaltecer su memoria, en la simbiosis que creo indisoluble, hombre tierra. Así lo hice, y no puedo evitar que estos recuerdos, en público y en privado, me invadan con nostalgia por lo que ellos hicieron no obstante su condición humilde, lo que inculcaron en nosotros transmitiéndonos una forma de vida, lo que significan perennemente y la imposibilidad de tenerlos cerca, porque físicamente desaparecieron, me produce un sentimiento que se me anuda en la garganta. A reserva de que pueda publicarse, este trabajo lo pondré en mi face book para que si algún amigo se interesa en él pueda leerlo, y espero sus comentarios.

En el plenilunio rural, donde la luna se vistió de gala, hubo participaciones extraordinarias, que nos hacen dar crédito al conocido dicho: «Donde menos esperas salta la liebre». Jóvenes artistas, cantantes, el Taller de música y Ballett TAMMIA, declamadores como Omar Nicolás Collins, poetas y hombres como Hugo Payén Izabal, médico de profesión e historiador por vocación, el propio Gabriel Fonseca, Héctor Manríquez Palacios, Ángel Trujillo y maravillosos artesanos como Noé Gavarain Collins, Jesús Valdéz y Jesús Beltrán Montaño, que exhibieron muebles rústicos; asimismo, las señoras María de los Angeles Collins García y Claudia Castro que prepararon comida regional de excelente gusto.

El acontecimiento cultural de ayer dejó muchas lecturas: en las delegaciones rurales de Los Cabos hay interés, capacidad y talento para realizar actividades culturales que fortalezcan la tradición y las costumbres muy sudcalifornianas, independientemente de que el crecimiento demográfico y económico se encuentre en San José y Cabo San Lucas. Bien lo expresaron los amigos Delegados Municipales en el mismo evento: es preciso generar más actividades para el esparcimiento de sus paisanos a través de estas manifestaciones culturales, cultivar el apego por la tradición y las costumbres regionales y asegurar que los niños y los jóvenes sean la cadena de transmisión del amor y la defensa de nuestra tierra. En eso también coincidimos todos, participantes y público asistente.

No se requiere hacer un análisis profundo para darnos cuenta de que en Los Cabos las viejas raíces familiares son portadoras de la tradición de lo sudcaliforniano, salvo excepciones relevantes de hombres y mujeres venidos de fuera que lo hacen mejor que muchos nativos, que pueden generar una natural resistencia por la conservación de nuestra cultura, ante la llegada de miles de paisanos de otras entidades del país, y cientos y hasta miles también de extranjeros, muchos de ellos, que se están fundiendo con nuestra cultura. No se trata de cerrarles la puerta, tampoco de excluirlos, porque sin exagerarlo, se ha venido dando un movimiento de integración pluricultural, donde como sudcalifornianos, cabeños, paceños, comundeños, loretanos, muleginos, que tenemos nuestra particular identidad, queremos salir bien librados preservando lo mejor que tenemos, y por supuesto, recibir, inteligentemente, lo mejor de quienes han llegado para quedarse aquí. Pero creo que ninguna comunidad originaria, en ninguna parte del mundo, permanece en la inacción, ante la presencia y avalancha, por más benéfica que sea, del exterior. Especialmente los que llegan ligados a grupos del poder, o se agrupan para lograr su ambición a costa de lo que sea. Esto no debemos permitirlo más, y para ello una sociedad consciente y organizada es la mejor respuesta.

Basta recordar que la península de Baja California, sus pueblos, ahora ciudades prósperas muchos de ellos, son resultado de la llegada de extranjeros que aquí se arraigaron. En su mayoría, en los aquí se quedaron hace poco más de cuatro siglos, se impuso el medio y la necesidad de integrarse hombre-naturaleza, produciéndose nuestros rasgos culturales actuales. Hoy por hoy, aún sin existir como grupo social, nuestros antepasados indígenas están presentes en miles de nosotros genéticamente como sudcalifornianos de quinta o sexta generación. También por sus vestigios arqueológicos y por los testimonios escritos de los misioneros jesuitas, sobre todo.

Por eso, insisto, preservar tradición y costumbres, también pasa por la preservación, conservación, defensa y lucha por nuestro medio natural, costas, mares, desiertos, montañas, agua, aire, pues somos uno con ellos; sin ellos, sencillamente no somos.

El acontecimiento, el plenilunio del sábado, motivado por la manifestación plena de la luna, es el mejor argumento, para bajo su luz, acometer la continuidad del espiritu y de la sudcalifornidad. Tal vez no sea casualidad que como el sábado, los guamas de las rancherías coras y pericúes, se reunían hace más de cuatro o cinco siglos, quizás en este mismo lugar para danzar, cantar y convivir, a la luz de la misma luna, eterna y fiel testigo de que Sudcalifornia está viva, más viva que nunca, en su viejo reducto: sus rancherías. Y tampoco pudiera ser casual que el chamán Botón de la Misión de Santiago de los Coras, en 1734, secundara la resistencia iniciada por Chicori contra la imposición de otra civilización, lo que agitó por varios años el sur de la antigua California. Ahora se trata de preservar lo nuestro, con la cultura como arma, con la tradición como argumento y con la naturaleza como sustento vital.

#‎Sus‬ comentarios y sugerencias las recibo en mis correo: civitascalifornio@gmail.com; y valentincastro58@hotmail.com


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