Cabo San Lucas, Yenekamú (Yenecamú); significado histórico por el nombre California
La importancia de Cabo San Lucas es indudable. En tan solo unas décadas ha pasado de ser un caserío incomunicado a sobresalir como un destino turístico internacional de México, una ciudad con un fuerte crecimiento en todos los órdenes, atrayente de inversión, de visitantes extranjeros, de connacionales por las oportunidades que ahí se generan de trabajo y para vivir.
Nuestros ancestros pericúes conocían al lugar como Yenekamú o Yenecamú, como lo escribieron indistintamente en las crónicas los misioneros jesuitas que llegaron con su proyecto de comunidad al estilo «La Ciudad de Dios», de San Agustín, para edificar iglesias y sentar los cimientos de la civilización occidental en Sudcalifornia.
Hace poco más de cincuenta años, mis primos y yo, íbamos en nuestras esporádicas visitas de San José a Cabo San Lucas, acompañando a mi Tío Cano Carballo (actualmente de 91 años de edad) a llevar pastura para ganado en el viejo camión gris diesel, motor alemán, propiedad de Almacenes Goncanseco, o a recibir mercaderías que llegaban por barco al rudimentario puerto,
constituido por un caserío, ninguna calle pavimentada, varios corrales en el ahora cosmopolita centro de la ciudad; y no fueron pocas las veces que cuales niños nos aventuramos por el cerro donde ahora se encuentra el Hotel Finisterra y poco después se construyó casi encima de la orilla del mar, la planta empacadora de productos del mar.
Marina y hoteles en el centro, ni soñados. Brecha de terracería, costas virginales, mar azul y blancas arenas, aguas procelosas, cielo azul brillante, nubes ausentes, sol espectacular, eran el viejo y nostálgico panorama que nos recibía, y que los escasos visitantes disfrutaban tan libre como tranquilamente, pues las cercas eran inexistentes; cruzabas hacia la playa como cruzarte en los terrenos y caseríos de San José y San Lucas, o las huertas josefinas como Juan por su casa, sin que nadie te dijera nada, y las bardas casi inusuales. Esto sin sospechar siquiera lo que se avecinaba a partir de los años setentas, después de abrirse los hoteles de Palmilla y Chileno por inversión privada, en el ahora convertido en el corredor turístico de mayor plusvalía y futuro de la entidad, y de gran parte de México. Crecimiento económico, desarrollo social, ausencia de planeación urbana por el boom demográfico,
avasallamiento de los niveles de gobierno por la supremacía del poder económico, incapacidad para regular y menos para orientar la inversión privada fueron la característica de las primeras décadas en que los grandes capitales y las grandes masas de migrantes poblaron las costas y la periferia marginal, respectivamente de San José y de Cabo San Lucas.
Atrás, muy atrás, quedaban los siglos en que la Nao de China atracaba buscando agua y bastimentos y otros pertrechos; más atrás, se habían borrado las huellas de los nativos pericúes que poblaban en un nomadismo cíclico, las costas de Yenekamú y las sierras que parten de La Laguna y se introducen al mar, con el Arco, como un gancho pétreo, en la bautizada «Playa del Amor». También atrás, aunque no tanto, pero presentes en la historia, la férrea presencia y convicciones patrióticas de Ildefonso Cipriano Green Ceseña en la defensa de la soberanía contra los invasores, a favor de la causa republicana y liberal. Todo, desde este lejano e incomunicado lugar de un México convulso.
Atrás también los expedicionarios comandados por Hernán Cortés, a quienes llegando a las cercanías de Yenekamú, se les reconoce en los textos de historia como los primeros que comenzaron a referirse a California en las inmediaciones de lo que hoy es Cabo San Lucas. Me permito reproducir unos renglones del libro de Carlos Lazcano Sagahún «Vestigios de la antigua California»: «La primera vez que se aplicó el nombre «California» en nuestra península, fue precisamente en el Cabo San Lucas. Fue durante la entrada de Hernán Cortés al Cabo, que los soldados, de manera natural empezaron a llamar a esta parte «California» o «Cabo California», debido
a su parecido con la descripción de que se da de la isla California en las famosas Sergas de Esplandián. Los primeros documentos que mencionan ese nombre para el Cabo San Lucas surgen de la navegación de Francisco de Ulloa, enviada por Cortés en 1539 para continuar con los registros de la costa peninsular. En muchos de los mapas de la California del siglo XVI aparece el Cabo San Lucas con el nombre de «Cabo California». El más antiguo de estos mapasa data de 1562 y es de Diego Gutiérrez (Sive Quartae Orbis Partis Nova Et Exactisima Descriptio), y es el primero en donde el nombre California aparece en la península, en el Cabo San Lucas precisamente. El nombre «California» aplicado a toda la península, empezó a aparecer en los mapas a partir del año de 1587, en el Atlas de Ortelius Americae Sive Orbis.»
O sea, hay una riqueza histórica, hay un legado de protección ecológica indígena, de quienes circundaban Yenekamú; hay datos que escrudriñados del pasado, arrebatados a los libros y testimonios que se conservan incluso fuera de México, deben ser estudiados porque guardan una riqueza que rebasa lo económico; deben ser interpretados del pasado al presente, para el futuro, y es tarea de los estudiosos de la historia, que como Don Miguel León Portilla, se ocupan de nuestro pasado peninsular y están convencidos de que hay otras visiones, las de los vencidos, las de los pueblos ocupados, las de las mentes que se resisten a vivir colonizados por las nuevas metrópolis de la globalización y de la fatalidad.
Cabo San Lucas, cuyo pasado y presente, se unen y se bifurcan de un caserío hace cinco, seis o siete décadas, a una ciudad de miles de habitantes, (que tiende a asemejarse a Tijuana) debe rescatarse en su importancia, sí del turismo y de su economía, para dar con su historia, esta de la cual extraemos solo un dato, cimientos a su construcción cultural, orgullosa de su origen como toda California originaria.
#Sus comentarios y sugerencias las recibo en mis correo: civitascalifornio@gmail.com; y valentincastro58@hotmail.com
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Exacto frustrados los cabos no tiene nativos es gente que llego de todo México a invadir los nativos eran ññs guaycuras pericues cochimies pero desaparecieron y los que se dicen nativos no lo son los cota los gadtelum los marquez los castro son sinaloenses los ceseña michoacanos
Lo que es una aportacion cultural la convierten en una bandera despreciable de racismo las mentes enfermas de hijos y nietos frustrados, incapaces por aportar algo positivo a la sociedad.
y llegaron los putas chuntaros y tagualilas a echar a perder la tranquilidad y belleza
MUY PADRE… OTRA::: OTRA:::