Por Víctor Octavio García
Ombudsman molesto
Hace un par de días coincidí con el Ombudsman a la salida de un restaurante. Aún en el estacionamiento, mientras me dirigía al restaurante, se detuvo frente a mí una Cheyenne blanca. Bajó el cristal y me saludó. Me acerque a la puerta del vehículo porque escuché muy difuso el saludo por mis problemas auditivos, y fue entonces cuando me dí cuenta de que era Silvestre de la Toba, sí el Ombudsman. ¡Que tal!, le respondí, mientras me extendía la mano para saludarme. Quiero hablar contigo, no sé que traigas contra mí, me atajó. Contra ti nada, simplemente que te pongas a trabajar; a dar resultados. A diario me llegan quejas de mucha gente de que en la PGJE, en el Tribunal Superior de Justicia, en Conciliación y Arbitraje, etc., no les dan respuestas a sus demandas, que llevan semanas y meses y no son atendidos, le conteste. Se agachó y comenzó a hojear un legajo de expedientes que traía sobre el asiento delantero, y con la cabeza agachada me dijo, si supieras cuanto trabajo tengo, lo que estamos haciendo, todas las reuniones que hemos hecho. Silvestre, desconozco lo que esté haciendo y cómo lo esté haciendo, lo que sí se es que no se ve. Van más 130 ejecuciones; hace unos días descubrieron un rancho en el Valle con doscientos indígenas tarahumaras que trabajan en el cultivo de papas en condiciones infrahumanas; se han registrado desapariciones de niños, mujeres golpeadas, la explotación de jornaleros en ranchos agrícolas etc., y la CEDH nada, nomás no se ve por ningún lado, le dije. Pero estamos trabajando, me contesto. Yo no veo que estén haciendo algo como me dices, ni una humilde recomendación, nada de nada. Sabes, voy apurado, si quieres después platicamos y me encamine hacía el restaurante donde tenía la cita.
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