Por Víctor Octavio  García

BCS en el olvido

* Indolencia y trato de segunda

Los sudcalifornianos, desde tiempos de los jesuitas, a lo largo de la época misional, siempre hemos sufrido un trato de indiferencia, indolencia y de segunda. Filemón C. Pineda, un ilustre poeta sudcaliforniano lo consignó hace más de un siglo cuando hablaba del “Brazo descarnado de la patria” refiriéndose no solo a las difíciles condiciones económicas, materiales y de comunicación que enfrentaban los sudcalifornianos en esa época, sino al ancestral olvido, indiferencia e indolencia por parte del gobierno central (federal) hacia la península. De manera que la sentida queja del dirigente de la CNC, Ramón Alvarado higuera, expresada el lunes pasado en el portal digital de BCS Noticias, de que el Gobierno Federal le ha quedado a deber a los sudcalifornianos; que los tres compromisos que hizo el presidente Enrique Peña Nieto en campaña; la construcción del acueducto del Carrizal a La Paz, la construcción de una desaladora y una planta de tratamiento de aguas negras siguen en lista de espera, no es un reclamo nuevo, sino que forma parte del paisaje histórico y ancestral en el que nos hemos desenvuelto, lo mismo en la época misional, durante la reforma, la revolución hasta la actualidad.

La historia de BCS –incluyendo BC– está llena de tristes recuerdos en cómo ambas entidades han recibido un trato de segunda y de indiferencia por parte del gobierno federal, siendo –y sintiéndose– más mexicanos que cualquier otro estado del país. BC logró dar un importante salto en su desarrollo y desenvolvimiento en los años 50 del siglo pasado, gracias a hombres visionarios y comprometidos como Abelardo L. Rodríguez y Esteban Cantú que forjaron el destino de esa pujante entidad. Aquí contamos con Agustín Olachea Avilés que logró sacar a BCS del marasmo ancestral de tres siglos de vida misional con la creación de dos polos desarrollo agrícola; el valle de Los Planes y el valle de Santo Domingo, pero ambos centros de producción resultaron insuficientes para darle a BCS, el toque definitivo para el despunte de su desarrollo; las comunicaciones siguieron siendo escasas y difíciles y el agua pronto se agotó.

Hace diez y seis años, los entonces diputados locales del PRD-PT; Siria Verdugo Davis y Benito Murillo Aguilar, ventilaron en el Congreso local la necesidad de reflexionar sobre la pertinencia de seguir siendo parte del “pacto federal”. El punto de Acuerdo Económico no era más que producto de la desesperación del gobernador Leonel Cota Montaño y no un genuino reclamo al sentir el frío trato, la indolencia y la indiferencia del entonces Presidente Ernesto Zedillo que se negó a recibirlo. Llegó Vicente Fox a la Presidencia de la República, y la situación si bien no cambió, tampoco empeoró.

A excepción del gobierno del Presidente Luís Echeverria Álvarez que se solidarizó con las demandas históricas del FUS y Loreto 70, reinstaurando la vida municipal en 1972 y dos años después, creando el Estado de Baja California Sur; apoyó a la nueva entidad con fuertes inversiones en obra pública, construcción de infraestructura, caminos, líneas aéreas, transportación marítima, impulso a los sectores productivos y estímulos fiscales, etc., fuera de ahí el mal trato, la indiferencia, los desaires y la indolencia, han sido el común denominador en la sumisa y humillante relación del gobierno federal con  BCS.

El gobierno de Marcos Covarrubias, –que no ha estado exento en este tipo de relación sumisa y humillante–, es un claro ejemplo de que al gobierno federal poco le importan los sudcalifornianos. Marcos Covarrubias ha sido un gobernante prudente y discreto que ha hecho lo que ha podido; en su gobierno no ha habido obra pública federal, hospitales, escuelas ni construcción de nueva infraestructura. La escasa obra pública que se ha hecho es gracias a los manoseados recursos del FONDEN que, como los chubascos, caen de vez en cuando sobre el árido estado de BCS.

Deseamos que al nuevo gobierno que pronto encabezará Carlos Mendoza Davis le vaya bien, mejor que a gobiernos anteriores. Ya es hora de revertir esa humillante y sumisa relación del gobierno federal para con BCS que ha marcado traumáticamente de muestra historia y nuestro incipiente desarrollo, y dar un salto cuantitativo, pasando de los avistamientos de ballenas en las costas sudcalifornianias y la llegada de los huracanes –antes eran ciclones– que son y han sido los únicos fenómenos naturales que han llamado la atención del centro del país y del gobierno federal hacia BCS; hacia un verdadero desarrollo, viable, sustentable, con políticas públicas y con proyecto de estado.

Pero al mismo tiempo, retomar lo que planteaba Siria Verdugo y Benito Murillo allá en el 99’; revisar a fondo nuestra relación con el gobierno federal en muchos y variados aspectos; desde el marco de una coordinación fiscal más justa, de inversiones limpias y no de basura ni de depredación, de aliento a inversiones productivas diversificadas que vayan más allá del turismo y de la renta de cuartos, que solo ha sido una panacea y una salida fácil a la que ha recurrido los distintos gobiernos que hemos tenido por falta de visión, compromiso y sobre todo, de ganar de hacer cosas.

BCS es viable y es posible. Siempre lo ha sido. Hace escasos sesenta años, cuando éramos mucho menos, cuando el aislamiento era fatal y las comunicaciones inexistentes existían varias salinas; Isla San José, San Evaristo, Isla del Carmen, entre otras, centros de producción de frutas y hortalizas como La Purificación, Boca de la Sierra, Miraflores, Santiago, San José del Cabo, Todos Santos, empacadoras de pesado y aceite de tiburón en La Paz y Los Cabos, caña de azúcar y producción de dulces regionales en el sur del estado y en la zona de los Comondú, de quesos en el norte, etc., porqué ahora no?. ¡Qué tal!

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