Hace falta capacitación a lancheros

La Paz, B.C.S.- Interesante la crónica de un viaje pagado a la Isla Espíritu Santo, que fue contratado con los lancheros tan amables que tienen su punto de partida frente al Burger King del Malecón paceño.

Una paseante que contrató el servicio, narra de principio a fin la odisea que vivió junto con otros turistas, nacionales y extranjeros en donde destaca la poca preparación de  los prestadores de este tipo de tours a los que hace falta todavía mucha capacitación.

La intención siempre es buena, sin embargo es importante que las autoridades apoyen a estos prestadores de servicios con más entrenamiento, sobre todo en lo relativo a la protección de los paseantes que están bajo su responsabilidad en estos viajes a ese paradisíaco lugar, cercano a La Paz. Ojalá esta descripción les sirva para mejorar.

A continuación les presentamos el relato que tituló:

BAJA, TU PROPIO RIESGO
Era de mañana, más o menos las 10:00 horas del martes 17 de marzo de este año, a dos días de la noticia de que habían sido atracados turistas en la isla Espíritu Santo; sin embargo, confiados dejamos el auto en una de las limpias y bellas calles de nuestra ciudad de La Paz, bajamos todos huarachudos, tomando rumbo hacia el lugar donde un día antes una de mis amistades que se encontraba vacacionando en nuestra bella ciudad, había arreglado lo del viaje a la isla Espíritu Santo; íbamos contentos, conversando mientras localizábamos a quien nos vendería los espacios para el esperado y reservado viaje.

En eso suena el teléfono del número 6121588498, era el mismo muchacho con el que uno de mis amigos pactó lo del viaje, era para preguntarle si todo seguía como se había acordado, y sí… todo siguió como lo acordado, me llamó la atención que en el lugar del encuentro no había una oficina receptora; el lugar era en la banqueta ubicada a un costado del más antiguo hotel en la zona costera, pasando la calle se veían los letreros que promocionaban los viajes hacia el avistamiento del tiburón ballena y la isla mencionada.

Aparte de nosotros vimos a varias personas más, nos quedamos ahí en bola, esperando a ver a qué horas zarparía, el vendedor de los boletos nos afirmó que la embarcación contaba con sanitario integrado, al saber de dicha afirmación se me hizo extraño, ya que únicamente veía lanchas con un techo pero por ningún lado le veía que estuviesen adaptadas para contar con dicho servicio, en mis adentros pensé que sería alguna instalación que establecerían a nuestra llegada en la isla, pero también pensé que estaba prohibido dejar allá residuos, así pensé y no di más tiempo a las ideas.

Seguíamos ahí, cuando Iván Aramburo, el mismo muchacho con el que mi amigo contactó la travesía nos dijo, páguenle a ella, mencionó que eran $1,200.00 pesos por persona y que por ese costo incluía el avistamiento del tiburón ballena, la visita a la isla, comida y 2 cervezas por persona, «ella» era una muchacha que estaba en la banqueta cobrando el pasaje de los amontonados, o sea todos los viajeros que queríamos saber en qué momento y en cuál lancha partiríamos; la mujer cobró y nos señaló cuál era la lancha, yo vi que tenía una lona color roja con el que cubría la mitad del transporte, dejando la parte de enfrente y la parte trasera sin cubrir. Conversamos un poco con Iván, un joven sumamente desenvuelto, le preguntó que si de dónde era, contestó que de Sinaloa, al escuchar su respuesta, pensé que efectivamente tenía el estilo de la generalidad de la personalidad de los sinaloenses; es decir, muy desenvueltos, de rápida sonrisa y actuar, en sí muy sociables y en primera instancia agradables.

Bueno, pues habiendo pagado, y solicitado el recibo, procedimos a subirnos sin más atención que a caminar un poco sobre la playa, y luego a como se pudo subir a la lancha, nos acomodamos hasta la última banca para facilitar que los demás pudieran subir en los turnos respectivos, al subir primero no sabíamos quiénes de todas las personas amontonadas subirían, ya en la lancha nos percatamos que era un grupo de jóvenes extranjeros (franceses), al darme cuenta de su procedencia comenté que pocos días antes en el lugar al que nos dirigíamos habían asaltado a los turistas que según noticias procedían de Francia, que al lanchero le habían robado hasta la lancha en la que se transportaban; de eso precisamente el martes 24 de éste mes, pude ver que en Tv canal 2, pasaron parte de la historia que complementaba los hechos sobre el tema, en tal programa entrevistaron al dueño de la embarcación, señalándolos de viva voz y mostrando el lugar donde días después su fuente de ingresos había sido encontrada destrozada; a esa historia le sumé lo que se decía en los medios informativos del país vecino del norte y de la embajada de Francia, donde se alertaba a los ciudadanos de ese país de que tuviesen precaución si tenían pensado venir a nuestra ciudad; también se entrevistó en el programa a un prestador de servicios turísticos quién refirió que le habían cancelado varias reservaciones, lo que repercutía en una pérdida de no recuerdo cuántos miles de pesos; si a eso le agregamos que a la fecha se han realizado más de una caminata en contra de la violencia, en contra de tantos secuestros, asesinatos perpetuados en Baja California Sur.

Con lo anterior muestro una parte del panorama turistero en donde los empresarios del sector apuntan hacia afuera exigiendo soluciones, pero no voltean a ver una parte esencial, es decir, la parte interna, en sus propias entrañas organizacionales; en menos palabras me refiero a que por lo menos la lancha que nos trasladó, más otras que vi en la bahía, no cuentan con radio-comunicación; si bien traen chalecos salvavidas, no piden como requisito indispensable traerlo puesto mientras estemos en la lancha; por lo menos quien conducía la lancha en que nos trasportábamos no tenía la menor idea de la responsabilidad que llevaba, así lo demostró cuando cansada de estar soportando el cruce constante de los jóvenes por mi banca hacia la parte de enfrente para posteriormente regresar a otra de las bancas, más luego pararse hacia un sólo lado provocando que la lancha se inclinara, perdiendo parte del equilibrio, en fin, cansada de no poder disfrutar de la vivencia, le comenté al que consideré era el capitán que pusiera orden, en virtud de que lo que veía era un incremento de riesgo ya que nadie traía puesto el chaleco salvavidas, para mi sorpresa, el supuesto «capitán» me contesto literalmente: «de eso se trata», a lo que entendí que se trataba de que los jóvenes hicieran lo que ellos quisieran, de esa forma me percaté de mi grave error, el sujeto, no era más que un conductor de lancha y nada más, muy grande le quedó el adjetivo de capitán por lo que a modo de guasa, comenté al Dr. Velázquez que no me quedaba más que degradarlo a vil e irresponsable conductor, el Dr. Velázquez, turista proveniente del estado de Querétaro e integrante del congreso de pediatría que se celebraba en esta ciudad, no le quedó más que afirmar con la cabeza y ponerse el chaleco salvavidas.

Así, entre un movimiento y otro, llegamos a la playa El Tecolote, ahí nos detuvimos alrededor de 15 minutos, el lanchero comentó que iría por la comida; efectivamente en lo que disfrutábamos la estadía en esa bella playa, el encargado de conducir la lancha llegó con unas cubetas que supuse contenían la comida, todos disfrutamos esa estancia, de ver el color verde aguamarina, aguas transparentes, contrastantes con la casi blanca arena del fondo de la playa.

Al tratar de subirnos, me percaté que el único escalón que tiene la lancha, está a pocos centímetros del motor, sobre ese mismo lugar estuvieron los muchachos extranjeros subiendo y bajando durante la travesía, por lo que pensé que, que afortunados habían sido ellos y he de suponer el resto del turismo que hace el mismo movimiento sin que se golpearan contra el motor, pero bueno…¡No estaba pasando nada que lamentar!

Ya todos de nuevo arriba, proseguimos el viaje directamente hacia la isla; una travesía de ensueño, todos íbamos felices disfrutando la hermosura de la compañía, me refiero a 2 delfines, mejor dicho eran 4, me equivoqué, eran 7; después perdí la cuenta, eran tantos, como nunca me había tocado ver juntos en mi vida, andaban alrededor de la lancha, parecían que nos mostraban el camino a seguir, parecía que nos decían que fuésemos con cuidado, parecían querer hablarnos, pero por más que se esforzaban, el mensaje no lo captábamos, lo que si pudimos hacer es contemplar su belleza, y su libertad.

Avanzábamos hacia nuestro destino, llegamos a la Isla y el lanchero empezó a rodearla, luego preguntó ¿quieren ver una ballena? Obviamente todo mundo dijo que si, entonces fue cuando se escuchó más potencia del motor, debido a que él lo aceleró, la lancha arrancó más rápido y pensé: «este no sabe nada de nada de ballenas, más que verlas, con el ruido del motor hará que se asuste la ballena e ignoro que reacción vaya a tener»…, efectivamente la ballena se sumergió y la perdimos de vista, luego la volvimos a ver a lo lejos y el lanchero, volvió a tomar la misma actitud de acelerar el motor, y más tardamos en escuchar el ruidoso rugir del motor que la ballena en volverse a sumergir; entonces recordé lo que pocos días antes sucedió en Los Cabos, donde una turista perdió la vida, precisamente porque una ballena reaccionó como supongo que el lanchero de aquella lancha no esperaba, y no es por defender ni a uno ni a otro, pero siendo originaria del municipio de Comondú, conozco cómo los capitanes de las embarcaciones de los Puertos de San Carlos y López Mateos actúan, cuando van en busca de la apreciación de alguna especie marina, especialmente si de ballenas se trata, pero éste personaje que conducía la lancha, tal parece que alguien le dijo cómo prender y apagar el motor, cómo avanzar y se le olvidó desde cómo dar reversa hasta muchas otras cosas más, las cuales son esencia para minimizar los riesgos porque tal demostraba no tener conciencia de las vidas que llevaba a cuestas.

Así pues, se avistaba a los lejos no una sino 2 ballenas y el lanchero aceleraba el motor, total que jamás pudimos verlas un poco de cerca; sin querer exagerar, di gracias a Dios, que la ballena no tomó el camino ni se descontroló al grado de dirigirse precisamente hacia nosotros; las gracias las doy porque no únicamente nadie llevaba repito el chaleco salvavidas puesto, sino que tomaban fotos parados sin estar deteniéndose con nada.

Proseguimos en el viaje, pasando por las islas paralelas a la isla Espíritu Santo, y avanzamos hacia la lobera. Por supuesto todos fascinados con lo que nuestros ojos apreciaban, revoloteando muy cerca aves marinas y su trinar; los lobos marinos y sus cachorros, los cuales al principio parecían que eran pocos, pero como en los pueblos ¿de antaño?, cuando llegamos, empezaron a salir unos cuantos, luego eran muchos, no pude contarlos porque me confundí, de tantos que eran, ahí se bañó quien quiso, los de más edad nos quedamos en la lancha, los jóvenes saltaron en cuanto llegamos y el resto, apreciábamos lo que para mí es el principiado de la belleza sudcaliforniana; es la grandiosidad de la naturaleza, sumado a que el clima nos favorecía ya que días anteriores extrañamente tuvimos lluvia, que cayó a torrenciales, pero ese día era increíble.

Minutos, más, minutos menos y continuamos el viaje, ahora rumbo a la playa que nos cobijaría para poder deleitarnos con la comida, que aún recuerdo y paso saliva, debe de ser porque ese día todos teníamos hambre y más los muchachos que en todo el viaje no se habían quedado quietos.

Al llegar a la playa, nos encontramos una lancha, y otros turistas que descansaban en las casi blancas y mullidas arenas, todos en paz, medio nos alimentamos, pero ese viaje en realidad y así lo entiendo, no es para irse a llenar de comida, sino para ir a disfrutar del portento de naturaleza que la vida nos ofrece. Las cervezas se terminaron, por lo menos el doctor y yo no ingerimos ninguna, él comentó haber visto al lanchero tomar cerveza.

Bueno, hasta ahí, después de que al principio iba molesta, parecía que nada malo pasaría, no terminé de pensarlo cuando el lanchero nos dijo: «no funciona el motor», al ver que no bromeaba, pensé que llamarían a la ciudad de La Paz para que enviaran otra lancha, pero no fue así, él dijo, la otra lancha nos va a jalar, así que todos abordamos nuevamente nuestra lancha y entre movimientos nada agradables la lancha fue remolcada; el lanchero de la otra lancha tomó velocidad, parecía que no le importaba ni su propia tripulación, mucho menos nosotros los remolcados; la lancha hacia movimientos de un lado para otro porque el lazo donde la amarraron tenía movimiento, movimiento que supongo se debía a la velocidad de la otra lancha.

Llegué a tener la idea de que nos remolcarían hasta la playa El Tecolote, pero en realidad no había certeza de nada, el trato que nos dieron fue de nula comunicación, exceptuando de cuando dijo: «no funciona el motor y la otra lancha nos va a remolcar», de ahí no hubo más qué decir; y no hubo más porque aunque usted no lo crea, el lanchero se acostó a un lado del motor y se durmió; si, así fue, se quedó dormido, para entonces 3 de los muchachos que se habían presentado como ciudadanos franceses, iban parados, detenidos únicamente por la capota roja de la lancha, otros 3 se acostaron a babor de la lancha, los demás continuaban en su continuo movimiento, como cuando iniciamos el viaje de La Paz-isla Espíritu Santo, más o menos lo mismo, y por supuesto, sin traer puesto el chaleco salvavidas.

Así proseguimos el retorno al puerto de La Paz, entre movimientos de la lancha a alta velocidad, y un poco de silencio, mis amistades del viaje comentábamos sobre la irresponsabilidad del lanchero, y si, le tomé una y más imágenes.

Pero si creen ustedes que esto era todo, pues no, no fue así, a medio camino, sin haber llegado aún frente a la Playa El Tecolote, la lancha que nos conducía detuvo su motor, las lanchas se emparejaron y el lanchero que debía conducirnos se despertó, el otro conductor de la lancha transportadora nos dijo, «pásense a esta lancha», y sí a medio mar, en esa zona donde la profundidad es tal que únicamente un color azul sumamente oscuro se veía, uno por uno nos fuimos cruzando de una lancha a otra; al cruzarme a la otra lancha, noté la cara de disgusto de los turistas que sin quererlo nos tuvieron que recibir; y así nos fuimos cerca de 30 gentes en una pequeña lancha de motor, el lanchero de nuestra lancha original, se quedó con su lancha y nosotros continuamos el viaje a toda velocidad, a los pocos minutos vi que se orientaba hacia la playa El Tecolote, al llegar, desembarcó una pareja con sus 2 niños. Esperamos el desembarque y continuamos rumbo a la ciudad de La Paz.

A los pocos minutos de volver a retomar el viaje, el Dr. Velázquez llamó a Iván, el agente de ventas, acordaron se encontrarían en unos minutos más en el puerto para que hablar sobre lo ocurrido, eso parecía una buena idea, porque en el ambiente de la lancha, donde nos acomodamos todos amontonados, se sentía mucho silencio, lo único que lo rompía era el ruido del motor al ir avanzando a la velocidad que supuse era normal para el lanchero.

Había más silencio que antes, incluso los muchachos franceses poco hablaban, unos turistas que al parecer provenían de California no podían evitar su disgusto y yo los entendí, lo que no entiendo es la actitud e irresponsabilidad de aquellos que tienen la obligación de «mantener la seguridad, higiene y calidad en el buen desempeño de sus servicios», lo afirmó porque así lo indica su leyenda del  boleto provisional sin folio que nos extendieron al pagarles, mismo que indica un nombre comercial: Rebequita´s Tours, señalando que se encuentran en Interior 101, calles Paseo Álvaro Obregón e/ 16 de Septiembre y Callejón La Paz.

Y mientras tanto, aún con todos los contratiempos, llegamos a la Cd. de La Paz, eso sí a la hora en la que Iván nos había comentado, o sea alrededor de las 18:30 horas, y él, brilló por su ausencia, lo que si recibimos fue la ironía del lanchero al pedir su propina.

EN REFLEXIÓN
Los empresarios del sector turístico se quejan de X y Y, más lo que se acumule, pero con este tipo de servicios donde literalmente ponen en riesgo la vida del solicitante del servicio a qué le tiran. Por más que se esfuerce el gobierno con sus programas debe de llevarse a cabo un trabajo en conjunto: gobierno activamente responsable – empresarios responsables, ambos coherentes en su decir y su hacer, de otra forma sumado al volcán de violencia esto irá de mal en peor. ¡Así cómo avanzar pues! Porque… ¡No pasa nada hasta que sucede, y lo peor es que ¡Ya sucedió!

¿Y el baño integrado? Al no ver jamás ningún equipamiento, deduje que se referían a nuestras playas del mar bermejo.