¿A DÓNDE VAMOS MEXICANOS?

Por: Armando León Lezama

Mexicanos de la aún República. Los que estamos abajo a la derecha, al centro y a la izquierda, los sin partido, los que no votan, los que sí votan, los que militan en los partidos políticos, los que viven del servicio público, los sin trabajo y los de trabajo con salario raquítico, las burocracias, los subempleados, autoempleados  y empleados, los profesionistas, estudiantes, artistas e intelectuales, los que viven en el país y fuera de él, los indigentes y los enfermos, los que viven en las colonias populares y aquellos de conjuntos habitacionales, fraccionamientos, privadas y baldíos, los no dejados, los olvidados, los alejados de la mano del poderoso, del gobierno, de sus dirigentes, las amas de casa, la infancia, adolescencia y juventud, nuestras mujeres, hombres y diversos, los maestros, obreros y académicos, los científicos, revolucionarios y libertarios, todos y cada uno nos preguntamos, ¿A dónde vamos los mexicanos?

La respuesta es evidente: Por dos caminos. Uno lleva al despeñadero a los hambrientos, como los llama el ahora presidente constitucional. Los lleva al exterminio, a suplantarlos por una nueva clase social en nuestro país: Los Pudientes de todo el mundo.

El otro camino, acerca por medio de la oferta y la venta barata, la nación a extraños y forasteros de todas las naciones del planeta, que se lavan las manos ajustándose al neoliberalismo, donde el que tiene paga y tiene bienestar por encima de lugareños.

En ambos casos, los sobrevivientes mexicanos, hijos de la patria, naturales de estas tierras, nuestras tierras, quedan destinados a ser servidumbre y mansedumbre.

En ambos caminos se ve la “sombra de una dictadura”, misma que manda al traspatio lo logrado en doscientos diez años: Independencia, Leyes de Reforma y Revolución.

Por ello, pido a los políticos de esta temporada, los de acá de Sudcalifornia, que no sean bribones; más bien les solicito, revivan el sentimiento nacional mexicano del siglo XIX.

A los que crean en dios, les dará una muerte en paz, a los que no creen en dios, les dará inmortalidad, honorabilidad, trascendencia, un lugar digno en la historia de la humanidad.

Sea entonces un anhelo personal, que los políticos no piensen primero en su panza, luego en las tranzas y por último en el perdón tras las rejas.

De hecho los pésimos e hipócritas políticos, del juicio popular no se salvan, y es el Pueblo quien les dará descrédito, los señalará y los colocará en el basurero de la historia.