Por Víctor Octavio García

Félix Agramont Cota

• Gobernador de la transición

Bien a bien no se sí el tardío reconocimiento que le tributaron ayer en el Congreso local al ex gobernador, Félix Agramont Cota, tenga algo que ver con el desenlace final de la cerrada disputa por la candidatura del PRI a la gubernatura del estado. Creo, eso sí que fue un acto Republicano, de excelsa justicia, merecido, en memoria del gobernante que encabezó los trabajos de la transición de territorio a estado.

Pese a los clásicos “vacíos” que suelen hacer algunos prominentes priístas y el grupo en el poder, –inasistencias del gobernador y de los cinco alcaldes–, el recinto lució lleno total, como suelen ser los eventos públicos que encabeza el nieto del ex gobernador, y principal puntero por la candidatura priísta a la gubernatura del estado. Pero sobre todo, fue un acto breve y sencillo, de unidad y total identificación como no se veía desde hace muchos años.

Axxel Sotelo, Presidente del Congreso, con una bien estructurada y mejor intervención, habló de la obra y trayectoria del ex gobernador Félix Agramont Cota, luego de que el también diputado, Omar Zavala, diera lectura al decreto 2181 que mandata el Congreso del Estado, inscribir con letras doradas el nombre del desaparecido gobernante en el muro de honor de la sala de sesiones “José María Morelos y Pavón” del Congreso local.

Al hacer uso de la máxima Tribuna para hablar y agradecer en nombre de la familia del ex gobernador el reconocimiento tributado, el senador Ricardo Barroso Agramont, nieto del ex gobernador, concentró la atención de los presentes que culminó en un prolongado y cálido aplauso después de su intervención. No obstante la solemnidad del evento, caras que no se veían desde hace muchos años buscaban acercamiento con el senador para saludarlo, para solidarizarse o desearle éxito.

Félix y Melita, hijos del ex gobernador, dos hermanos que le sobreviven al desaparecido gobernante, Concepción y Juan Antonio, nietos, sobrinos y familiares, atestiguarían un acto largamente esperado; honrar a un sudcaliforniano ejemplar que sentó las bases para ser lo que hoy somos; un estado libre y soberano; que encabezó los trabajos de la transición, que promulgó la Constitución Política que nos rige y que tuvo el honor de ver cristalizados los viejos anhelos de dos grandes luchas libradas por el FUS y Loreto 70, de que los sudcalifornianos tuviésemos autogobierno con gobernantes elegidos por nosotros y no designados por el “centro” e instituciones fuertes; de haber alcanzado por fin el reconocimiento –también tardío– de nuestra mayoría de edad y de habérsenos restituido los derechos políticos que por décadas se nos negaron.

Presentes los ex gobernadores Guillermo Mercado Romero –que fue colaborador del ex gobernador Félix Agramont Cota– y Leonel Cota Montaño, así como el senador Isaías González Cuevas. Minutos antes de iniciar el evento se me acercó el senador Barroso y me confío, “Víctor, como me hubiese gustado que Esthela (la alcaldesa de La Paz) nos hubiere acompañado; para mi familia y para mi es un gran día”, pero de Esthela ni sus luces. No le pregunte si la presidenta se había disculpado ni tampoco me comento nada. En el presidium, Edith Villavicencio, perredista conversa de última hora en panista lucía el ceño fruncido, al igual que la panista sin mezclas, Jisela Paés, que no disimulaban sus disgustos porque se trataba de un acto Republicano en el que se reconocía la obra de un gobernante priísta. No así la actitud y disposición de los perredistas Jesús Druk González y Víctor Guluarte Castro, que le dieron un fuerte y cálido abrazo al senador Ricardo Barroso.

Los invitados ausentes mostraron, una vez, su mezquindad política, su cortedad de miras, su baja estatura política, su celo y egoísmo políticos hacía un gobernante, hacía su familia y sobre todo hacía los sudcalifornianos, mostrando con su mezquina actitud que no les importa el estado, su historia, sus luchas, ni ese pasado que sin el no fuésemos nada; que solos ellos y que al igual que la célebre frase de Benito Mussolini, después del Diluvio solo ellos y nadie más que ellos. ¿Échense ese trompo a la uña?

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