Por Víctor Octavio García

¿Y Abel?

Siguiendo con el tema de la renovación de la dirigencia estatal del PRI y en abono a que la demora –aún inexplicable– sirva de algo, y que los grupos internos demuestren sus verdaderas fortalezas de cara al proceso interno, y como reflexión para el paso que se habrá de dar, insistiremos una vez más en el tema inacabado del Delegado ausente, cuestión que se torna hartamente importante porque de ningún modo se puede negar o soslayar de que el PRI tiene amplias expectativas de recuperar el gobierno del estado en la próxima elección local, lo que lo desde ahora lo pone en la mira de la ciudadanía.

Independientemente del desempeño del Delegado del CEN, –el cual no ha dado luz ni ha podido concertar en tiempo y forma el relevo en la dirigencia del partido con los grupos locales–, es necesario alcanzar los consensos pues al final de cuentas de los saldos que arroje el proceso dependerá en gran medida para que se sienten las bases y que los priístas puedan ir a la próxima contienda electoral en unidad y no se vuelvan a generar divisiones y rupturas que en otros tiempos marcaron la debacle del priísmo en la entidad.

Pensar en lo que esperan los priístas y la ciudadanía del PRI como partido fuera un buen principio para atemperar ambiciones y enconos personales; valorar lo que es mejor para la imagen y el quehacer interno del partido y que ello conlleve a afianzar la confianza que la gente está depositando de nuevo en el PRI debería de ser uno, el principal quizás, de los argumentos que se pongan sobre la mesa de las negociaciones.

En el caso de Juan Alberto Valdivia, es evidente que representa una postura reposada y mesurada que puede conciliar las aspiraciones de los principales pretensos a la gubernatura. Responde además al equilibrio generacional que requiere y demanda el PRI y que le ha rendido excelentes frutos en las casillas. Jesús Flores tiene de su lado la experiencia en estas lides, dado que ya fue presidente estatal del PRI. Si bien es cierto que Abel Salgado Peña se le ha complicado y prolongado de manera innecesaria –y desaseada– la elección de la nueva dirigencia, es verdad también que lo menos que los priístas deben de hacer es caer en la desesperación, volver esto a su favor enfriando la cabeza y el corazón para no matar la gallina de los huevos de oro. Si Valdivia y Flores han encontrado respaldo de grupos políticos fuertes y consolidados, no estaría de más dejar de lado un momento la opinión de los que tienen intereses más obvios y ver cuál es la opinión de los Consejeros, pues ellos serán los principales promotores del partido ante la ciudadanía y por lo tanto, deben sentirse conformes con sus dirigentes.

Dar la batalla por la dirigencia como si fuera la última no es necesario ni recomendable, pues precisamente la bondad del acuerdo reside en evitar disputas y lograr los acuerdos que permitan asegurar la representación y participación de todos los actores, sectores y organizaciones del partido. Desde luego, lo ideal sería que entre todos pudieran generar consensos y condiciones para arribar a acuerdos porque de esto depende la imagen para que el PRI vaya a la próxima elección con una actitud renovada, propositiva y sobre todo, sensible y comprometida ante las demandas de la propia militancia y ciudadanía. De ahí, independientemente de las aspiraciones de Valdivia y Flores, quienes busquen ser postulados a cargos de elección popular y en especial quien aspire ser candidato a la gubernatura del estado por parte del PRI, obligadamente deben reflexionar sobre el particular. Pensar en que siendo candidato del PRI ¿Qué imagen les gustaría que tuviera ante la ciudadanía el próximo abanderado priísta?. Si los aspirantes priístas creen o piensan que con el solo hecho de ser ungidos ya la tienen ganada están en el peor de los errores y en el más de los desafortunados cálculos políticos. Para esto deben trabajar, convencer, escudriñar, competir, debatir para ganarse las simpatías de la ciudadanía.  Los números de las últimas elecciones han demostrado que el PRI –ni ningún partido político por si solo– gana únicamente con los votos de sus militantes, sino que se requiere del voto ciudadano, del voto que no es militante. Luego entonces deben buscar la figura y las estrategias que puedan ser más accesibles y atractivas para el ciudadano no militante que permitan sumarle votos al PRI. Quizás no este por demás admitir que las cosas han cambiado y que la dinámica política actual obliga a estar al día y a leer el momento en cuanto a imagen, preferencias, propuestas, actitudes e iniciativas, porque existen nuevas generaciones y un electorado joven, más y mejor informado, de ahí que los partidos políticos busquen figuras jóvenes, con un discurso más fresco y menos acartonado para acercarse a los nuevos votantes.

En suma, quien aspire a ser postulado por el PRI debe de reflexionar cual es la figura y el prototipo de dirigencia que se quiere, además de renovar la imagen del partido –y vaya que es importante– y ser puente con las nuevas generaciones que les asegure una interlocución eficaz y fluida con el centro del país dado que es importante que quien dirija al PRI durante el próximo proceso electoral sea capaz de poner dentro de las prioridades del partido a nivel nacional. Ni más ni menos.