- «La democracia transparente», en los tiempos de Alberto Alvarado Arámburo
- El ‘dedazo original’ de AAA era para Crisóforo Salido
Capítulo extraído del libro “Del Dedazo a la Alternancia” (II parte y última), con autorización de su autor Federico Riestra Castro
…Me tocó coordinar la campaña político electoral para el agricultor Alfredo Polanco Holguín, que llegó al cargo de alcalde 1980-83 después de una consulta con “urna transparente” frente a Crisóforo Salido Almada, quien era desde el principio el de las simpatías de Alberto Alvarado, candidato a gobernador, que por petición de Raúl Aréchiga, padre e hijo, accedió a que fuera por ese tipo de elección denominada “democracia transparente”, como la bautizó Carlos Sansores, a su paso por el PRI nacional.
Alvarado rectificaba su “dedazo” original para Crisóforo Salido, dándole una oportunidad a los hermanos Polanco, Victoriano y Alfredo, que habían estado en su casa pidiéndole para este la candidatura, sólo para que los mandara a trabajar al rancho “¡y ya veremos a la próxima!”, con el peregrino argumento de que él no era aún gobernador, que era Ángel César, y que él no mandaba en el partido, como si fuéramos ingenuos, porque en la larga época del PRI cuando te daban el poder te lo daban todo y desde el principio (también cuando te lo quitaban te lo quitaban todo, así era el sistema).
Alfredo Polanco Holguín me buscaría esa misma mañana del desaire de Alvarado solicitándome que le pidiera junto con mis jefes “una oportunidad”; él había escuchado que esa tarde habría una comida en casa de Pepe Roque, un amigo muy amigo de Alberto, vecino casualmente de la familia Aréchiga en el fraccionamiento Perla, así que logré que intervinieran como un favor, y así se lo dijeron a Alvarado, porque la verdad es que a Alfredo Polanco y hermanos apenas los conocían los señores Aréchiga, al que sí conocían era a Crisóforo Salido, su antiguo socio en Servicios Aéreos, del que reconocieron que sería “un gallo difícil de vencer”, un hombre más preparado académicamente que Alfredo, quien por su parte confesaba apenas haber estudiado la primaria pero que salió muy bueno para los números y con buenas dotes de administrador.
La reunión con Alberto Alvarado fue en la cocina de Pepe Roque porque la sala estaba llena de amigos del futuro gobernador para el período 1981-87.
La precampaña municipal por los votos de delegados designados por la base en todos los poblados de Comondú fue corta, la consulta con ‘urnas transparentes’ de material acrílico fue en el Cine Aladino, y la ganamos por una buena diferencia.
No terminaba de contar los votos que se notaban menos en las urnas cuando Pedro Gutiérrez Carrillo, representante de Crisóforo, se dio por vencido y me dijo a mí como representante y coordinador de campaña de APH: “¡ustedes ganan Riestra!” y me dio un cordial abrazo.
Lejos estábamos de imaginarnos que con el tiempo seríamos consuegros Pedro y yo, y que Crisóforo casi ganaría la gubernatura doce años después.
Sobre esto último, Crisóforo Salido me diría hace poco cuando lo saludé en el arranque de la campaña de Marcos Covarrubias, actual gobernador: “Los tiempos cambian, el PAN puede ganar la gubernatura, yo gané aquella vez y tú lo sabes -recordó- pero los dirigentes del PAN de entonces, no defendieron el triunfo a pesar de haber ganado también la mayoría del congreso local”.
Le comenté que tampoco lo defendieron en la Cámara de Diputados federal, que era la última instancia electoral entonces, cuando no había TRIFE ni IFE, bueno, ni Instituto Electoral Estatal (IEE).
En ese tiempo las elecciones las organizaba una Comisión Estatal Electoral, presidida por el Secretario de Gobierno en turno, y a nivel federal el cargo similar recaía en el Secretario de Gobernación, ambos en manos del PRI.
Se acordó Crisóforo de Carlos Salinas, de que era él, efectivamente, quien decidía quién ganaba y quien perdía desde su ‘cuarto de guerra’ en Los Pinos, con sus dosis de democracia por aquí o por allá… y evidentemente no tuvo confianza en él, en Crisóforo, y sí en Guillermo Mercado, con quien, aseguran varias fuentes, negociaron los panistas locales para no impugnar el resultado.
También eran tiempos en que operaba ‘la ardilla de Los Pinos’, como bautizaron los opositores a Diego Fernández de Cevallos. No movió un dedo por Crisóforo, no obstante la mínima diferencia. Pero volvamos al tema. Cuando triunfa Alfredo Polanco en la elección constitucional para el período 80-83 después de una campaña prácticamente sin oposición -el PAN no existía en el Valle, no se notaba- me designa “asesor general”, un cargo que por entonces no estaba en el organigrama, pero que desempeñé todo el trienio sin dejar mi trabajo en la iniciativa privada.
Le ayudé a formar su gabinete a jaloneos con sectores por algunas posiciones relevantes con la CNC, por ejemplo, hubo ríspidas diferencias y discusión por la Secretaría General del Ayuntamiento, que Alfredo les había prometido y les cambió a la mera hora por la de Seguridad y Tránsito.
Hice un proyecto de gobierno que aprobó el gobernador; Alfredo salió buen alumno, aprendió rápido a hablar en público, aunque de manera muy campirana, lo que caía bien.
Con un sentido patrimonialista del poder desconfiaba de todos, muy trabajador y bueno para prometer al estilo priista, al cabo de su trienio fue Subsecretario de Desarrollo del Gobierno de Alvarado por poco tiempo para después dedicarse a los negocios, donde le ha ido muy bien, especialmente con gasolineras y bienes raíces en Los Cabos…
Extracto del Libro “Del Dedazo a la Alternancia”, Memorias de Periodismo y Política en BCS, de Federico Riestra Castro
De venta en las librerìa del Instituto Sudcaliforniano de Cultura, en el Teatro de la Ciudad
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