Por Víctor Octavio García
Mineras al ataque
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El pasado febrero pasado el Cabildo de La Paz emitió un pronunciamiento que generó múltiples simpatías en la comunidad paceña y en organizaciones no gubernamentales que luchan por la preservación del medio ambiente y los recursos naturales. El acuerdo unánime de ¡NO A LA MINERÍA TÓXICA! resonó más allá de la sala de sesiones del Cabildo y navegó raudo y veloz por el ciberespacio; y no es exagerado decir lo anterior porque hay ojos vigilantes en todo el mundo puestos sobre nuestra media península por este y otros paraísos locales como Cabo Pulmo y Balandra, porque en este caso, el de la minería, la destrucción amenazante de millones de toneladas de nuestro suelo y la contaminación de los mantos acuíferos que surten en su mayoría a la población de La Paz y las actividades agropecuarias de los valles cercanos se ¿cernía? como filosa gillotina medieval sobre las expectativas de agua de más de trescientos mil habitantes de los municipios de La Paz y Los Cabos que nos veríamos afectados en nuestra salud, en nuestro hábitat natural, y que de haber prosperado esta gran intentona destructora de nuestro ambiente natural en una franja estratégica de las inmediaciones de la Sierra de La Laguna, entre Los Planes, San Antonio y El Triunfo, sin lugar a dudas, traería enfermedades, contaminación, destrucción, desolación y muerte, y no es exagerado señalarlo; lograrían en unos pocos años en aras del enriquecimiento de unos pocos connacionales, un puñado de canadienses y norteamericanos, y las migajas tiradas por ellos al suelo para unos cuantos empleos mal pagados y de ínfimo nivel para habitantes de la zona, lo que en más de cincuenta años no pudieron hacer los españoles y franceses que explotaron con base en el mercurio las minas de oro de San Antonio y El Triunfo, quedando mudos testigos de aquel “auge” relativo las viejas construcciones cuasi coloniales, los hornos y los miles de toneladas de desechos que mantienen una permanente contaminación por arsénico y cianuro, a las que las autoridades sanitarias ancestralmente han cerrado los ojos, y que afecta suelo y agua, que por desgracia siguen utilizando para consumo humano y las actividades agropecuarias, cerrando los ojos para no ver ni oír las voces que se han levantado para que se remedie la situación. Usted puede pasar por estos lugares ancestrales y se encontrará con simpáticos pero mortales montículos de material de desecho de color ocre y cerros que fueron desgajados, blanquecinos por la presencia de estos materiales letales para la salud y la vida de plantas, animales y desde luego el ser humano.
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