ABCdario


Por Víctor Octavio García

Cacería

  • El alerno (cuerni cabra)

espués de viaje de Manuel a Punta Prieta no habíamos vuelto con Firmato pal “Cantil de Abajo”. Teníamos noticias que había sufrido una “recaída”, pero hasta allí, así que traíamos ganas de salir. Le hablé a mi “comandante” para “ver” si saldríamos aunque “juera” a tirar “gueva”. Cuando le hablé andaba “anca” Arámburo disque comprando café, pero estaba de visita el célebre “Poco Lonchi”. Cuando me dijeron que estaba allí, pedí hablar con el para ver sí estaban “urdiendo” alguna salida. No, vine a ver a Manuel a ver que onda, me contesto. Y sin más me la soltó; hace una semana, la palomilla (el Juan y Ramón) agarraron un hijuelachingada de ocho picos, nomás que salió medio “jediondo”; pero en machaca ni se le echa de ver, me dijo. Y donde lo agarraron, le pregunte; en los “Brellalitos”, cerca del ancón de la “mojonera”, me contesto. Oyes, convence a Manuel para salir a pegar una “tardeada”, le propuse. Sí, nadamás que hay pocos tiros, me respondió. Por los tiros no te preocupes; hace unos días me tope con el “Cucho” (Jesús) Aragón en un velorio, y me regalo una caja; son tiros gringos así que deben “tronar” “juerte”, le conteste. Sí se ponen de acuerdo, dile a Manuel que me hable porque traigo el plan de ir con el “Gordo” Almaraz a comer almejas y pescado. Sale, me respondió. Media hora más tarde, ¡palos!, timbró mi celular; sobre la carátula vi que era Manuel. Que pasó mi “comandante”, que diablos te picó, le conteste. No, pos aquí me encontré con el “Poco Lonchi” con un escándalo de la chingada; dice que el Juan y el Ramón acaban de “tumbar” uno grande, que no hayan que hacer con tanta carne. Mira, dile como dice Raúl Olachea, que la carne se la donen a la Ciudad de los Niños y problema resuelto; ahora, si quieres embijarte los bigotes con costillas de un “crillón”, es cosa de ponerlos de acuerdo, le conteste. Pos por eso te hable; ya me convenció el “Poco Lonchi”, así que vamos mañana temprano para ganarle al sol; hay que llevar cualquier cosa para “botanear” y después de la “tardeada” nos retachamos, me propuso. Sale, le respondí. A las cuatro aquí nos vemos, me dijo y nos despedimos.

Esa tarde me prepare; burritos de carne y de fríjol con queso; los trastes para colar café, café  molido y azúcar, un par de refrescos, agua y naranjas en una hielera y cigarros. Puse el despertador a la tres y media y sobre el buró, la ropa. En la mañana cargaríamos gasolina y lo que hiciera falta. La cuestión era subir al carro lo que llevaríamos para no perder tiempo a la hora de la salida. Pasadas las cuatro pase por Manuel y el “Poco Lonchi” que me esperaban con un suculento vaso de café. En cuanto cargamos gasolina, ¡fierros! pa’ los “Brellalitos”.

Sobre la brecha  acordamos pegarle una “peinada” a las cañadas que mueren en el arroyo del “Palo Blancal”; ya después del mediodía “caerle” a Firmato a la hora del “perro” (comida); en la tarde, si no agarrábamos nada, pegarle un rato por el ancón del “Pitahayal”, donde se meten muchas venadas a parir. Así que nos fuimos directo a las cañadas; Manuel con el .243, el “Poco Lonchi” y yo con el 30.06. Cuando llegamos estaban por reventar los primeros rayos de sol. Cada quien se “ajuaró” con mecates, cantimplora del agua, cuchillos etc., y a darle. Antes de agarrar monte, el “Poco Lonchi” me pidió que tomara la delantera porque andaba jodido de una rodilla y creía que no rendiría mucho en la caminada. Habríamos caminado acaso una hora cuando nos topamos con “juellas” fresquecitas que iban con rumbo a la “herradura”. De haber sido en diciembre o enero, fácilmente le hubiéramos cortado al ir quebrando el sereno, pero en junio que no cae nada de sereno y aunque no es tan calurosa la zona porque pegan los vientos del pacifico –el termómetro rara vez pasa de los 30 grados a la sombra– era un poco más complicado, sobre todo cuando comenzamos adentrarnos en terreno duro y tepetatoso. Comenzamos a rodear la cañada que forma una especie de “U” –por eso el nombre de herradura– sin novedad. Pronto perdimos las “juellas” porque nos metimos en una zona pedregosa escasamente enmontada. Para esto, le habíamos cortado cartucho al 30.06 por si botaba un “hijuelachingada”. Estábamos por dejar la cañada cuando divisamos, en el otro extremo de la cañada, un pequeño bulto que se movía pasmosamente. Cuando lo vi di por hecho de que era un “crillón”, por lo pegado que se veía a la tierra, mientras el “Poco Lonchi” apostaba que era un venado grande. Hay que meterle el lente, le dije. El bulto estaba retirado, quizás a ochocientos metros, de modo que no alcanzamos a distinguir de qué diablos se trataba. Sabes, que tal si le mandó un chingazo, me dice el “Poco Lonchi”. No, no tiene caso, está muy lejos y es desperdiciar el tiro; mejor hay que acercarnos para asegurar el disparo, le propuse. Le cortamos a la cañada hasta quedar a menos de trescientos metros de donde se veía el bulto. Cuando le metí el lente me di cuenta de que era una zorra que brincaba placidamente alrededor de un tabardillo. El “Poco Lochi” quería mandarle un “pajuelazo” pero lo convencí que no lo hiciera para “ahorrar” parque. Esa mañana caminamos hasta cerca del mediodía (12 del día) sin ver nada. Con la misma enfilamos hacía el “palo colorado” donde habíamos quedado de vernos, y de ahí darle con Firmato al “Cantil de Abajo”. Siempre esperamos más de una hora a que llegará Manuel con la novedad que le había tirado a una “doña” y la había dejado herida. Según Manuel, ciento cincuenta metros después de haberle disparado, la “doña” dejo de trotar y comenzó a “rengear”. No pos hay que seguirla, les dije. Pero primero hay que echarnos un taco y ya que baje el sol hay que seguirla. Que tal si vamos con Firmato para taquear allá, sirve que esperamos a que baje el sol, les propuse. Con la misma agarramos brecha pal “Cantil de Abajo”. Firmato, achicopalado por sus males, con un paliacate colorado amarrado sobre el cabeza; llevaba varios días que no se le quitaba el dolor de cabeza (algo así como migraña) que aquí conocemos como “jaqueca”. Por fortuna, el vale Firmato, con menos molestias que en días anteriores, como siempre nos recibió con gusto, Le pidió a doña Lupita que matara una gallina y pusiera agua para colar café. Le pedimos que no matara la gallina porque llevábamos burritos para recalentar, eso sí le aceptamos café y fríjol caldudo, así que almorzamos burritos con fríjol y café. Manuel, que es un excelente conversador, le platicó, con lujo de detalle –cosa que no hizo con nosotros– las peripecias del disparo a la venada. Cuando les platicó que había empuñado el .243, y que centró la mira sobre el “codillo” de la venada, el Arepa ni pestañaba, ido, escuchando con suma atención la disertación de mi “comandante”. ¡Ah cabrón, hasta el dolor de cabeza se me quito!, exclamó Firmato, mientras prendía un Delicado sin filtro. Ese mañana –como comúnmente me sucede– me dio mucha sequilla. De hecho, en la caminada vacíe la cantimplora del agua sin que se me quitara la sed. Ansiaba un vaso de ballena bien fría pero no habíamos llevado cerveza, salvo un par de refrescos de cola y café. Le pedí a doña Lupita que me sirviera el café sin azúcar y sin leche a ver si se me quitaba la sequilla. Después de tomar café, nos retachamos pal “palo colorado” a seguir la “doña”. El sol aún estaba alto, así que teníamos bastantes probabilidades de agarrar la “dona” o un “hijuelachingada” que permitiera darnos el gusto de jalarle al gatillo. Manuel, como buen “juellero”, pronto agarró las “juellas” de la venada. Le pedí acompañarlo porque estaba seguro que la agarraríamos, mientras el “Poco Lonchi” se quedo en el carro afilando unos cuchillos. Apenas íbamos cruzando la primer cañada cuando entro una llamada a mi celular; era Alberto González Rivera, Delegado del RAN, para confirmarme su invitación a almorzar al día siguiente. Alberto, es un amigo panista de muchos años con quien he coincidido en algunos proyectos políticos. Quién es, me pregunto Manuel; el Delegado del RAN, le conteste. Ya se, es gente del “lamido” de Alfredo Zamora, me contesto. Te equivocas, el es panista a secas, le respondí, y cerramos la conversación que nos distrajo más de quince minutos de la “juellada”. Manuel se adelanto unos metros, distancia que aproveche para hacer una llamada cuando de pronto, parado como regla detrás de un datilillo, me hace señas de que no me mueva. Me quede inmóvil como patibulario por espacio de varios minutos esperando instrucciones de mi “comandante”. Veo que mi “comandante” busca detenidamente un palo donde apoyar (mampostar) el 30.06. Para esto, sin distinguir el blanco, detecto un mesquite seco que le señalo con el dedo. Manuel se mueve cautelosamente hacia el mesquite dando pasos como gato sobre la azotea. Me hace señas apuntándome con el dedo justo donde está echada la venada ¿venada? en medio de un limpio. La distancia no es mayor a ciento cincuenta metros. Me sugiere que le tire. No, tírale tú, total ya la heriste, le digo, y me aclara con voz quedita que apenas escucho; no es venada, es uno de “horqueta. Con la misma, tiende el 30.06 sobre uno de los brazos secos del mesquite, le tumba el seguro y centra la mirilla sobre el animal; veo, a corta distancia, el lento movimiento de su dedo que acciona el gatillo y ¡palos!, el disparo se escucha bofo, como cuando pega en un palo seco. El animal hace intentos de pararse pero el esfuerzo resulta inútil; se desploma y queda tendido en medio de un charco de sangre. Nos acercamos y vemos que no es venada, sino un alerno o cuerni cabra, el tercero que me toca ver en mis furtivas “acampadas” como venadero. Con la misma lo jalamos hasta la orilla de la brecha. Los colgamos para que Manuel le saque las tripas y los dentros mientras voy por el carro que queda retirado. Comienza a “pardear”, así que le apuro al paso. Cuando llego al “palo colorado” donde dejamos el carro y al “Poco Lonchi”, me llama la atención ver los cuchillos y la piedra de afilar sobre el cofre pero no al “Poco Lonchi”. Como las llaves las deje pegadas, recojo los cuchillos y enfiló con Manuel para subir el alerno. Manuel aún no termina de quitarle cuero, así que le ayudo y ya destazado lo metemos en un costal donde viene granillo, y lo subimos a la caja del carro. Justo en el lugar donde Manuel llevo a cabo la operación “deguello” nos servimos café y pellizcamos los últimos burritos (fríjol con quedo) que sobrevivieron al atracón en el “Cantil de Abajo”. Recogemos, metros más adelante del “palo colorado”, al “Poco Lonchi” y ¡fierros! para esta ciudad donde en forma justa y equitativa, hacemos la sagrada repartición del alerno o cuerni cabra. ¡Que tal!.

Para cualquier comentario, duda o aclaración, diríjase a abcdario_@hotmail.com

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7 comentarios en “ABCdario

  1. Avatar de SARA LA LOCA SARA LA LOCA

    jajaja esas son mis pato aventuras la neta ………. puro calisureño me acorde de la chiva que daba quezo………. uta mano y cuando mi nana nos traia los tamales de venado ….. ta guena victor .

  2. Avatar de Mario Mario

    De verdad lo pido.
    Podrian quitar la seccion de este victor octavio garcia

    es muu tedioso y enfadoso, no dan ganas de leerlo

    no la sh…. octavio quien te dijo que eras ameno o interesante lo que escribes
    resumelo c…. deperdida

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