• Liderazgos de opinión

No hace mucho, comentábamos en este mismo espacio la conveniencia de que algunos potenciales aspirantes de estirpe tricolor a puestos de elección popular que en los últimos 10 años se habían distinguido por su sospechoso silencio ante los yerros de los gobiernos «perredistas», y en algunos casos se habían integrado a la burocracia federal panista, fueran definiendo su posición política de cara al 2011.

Su nado de a muertito era comprensible desde el punto de vista del rentismo político tan en boga, pero no así desde la lógica ciudadana que exige nuevas formas de hacer y, sobre todo, de decir la política.

De los «militantes» ya muy tatemados, no podría esperarse mas que las mismas desgastadas mañas de siempre. El mismo prefabricado lenguaje, verbal y gestual.
Pero había nuevos rostros, con un perfil político y cultural, muy por encima del promedio de nuestra clase política. Una cualidad clave para darle un viraje radical al oscurantismo caciquil que defraudó la expectativa democrática del 99.

Carlos Mendoza Davis, era, y sigue siendo, el aludido. El hijo del primer gobernador constitucional sudcaliforniano, Angel César Mendoza Arámburo, es, sin riesgo a equivocarme, no solamente el más, sino el único político ilustrado de todos los que están en el candelero prelectoral. Un hombre joven que ha complementado la academia con la vivencia real, con los viajes y el roce social que da la incursión en ámbitos de mayor competitividad profesional y política. Y que obviamente ve a su tierra nativa a través de esa experiencia, sin dejarse de mirar a sí mismo como parte de ese paisaje.

En nuestro desolador escenario político, sería un verdadero desperdicio que el más educado de todos los pretensos, no estuviera en alguna de las boletas electorales.

¿Sigue siendo el joven delegado del Seguro Social priista, lo es a medias, o ya su pecho es white and blue? A estas alturas del “partido” esas definiciones saldrían sobrando. El desprestigio de la partidocracia justificaría cualquier desmarque si este deslinde se complementara con un llamado a esas mayorías silenciosas donde duermen el sueño de los justos los sectores sociales con mayor y mejor escolaridad, los think tanks, las élites académicas, humanísticas y científicas, los trabajadores de la cultura.

Sería el punto de partida de una candidatura ciudadana (a la gubernatura o a la alcaldía de La Paz) que desbordara los esquemas de la desdibujada oposición, incluida la que dice representar Leonel Cota y su Frente Democrático Sudcaliforniano, que para que no quede duda de su “fe democrática”, se ha impuesto como prioridad el continuismo familiar con la precaria figura de la hermana Rosa Delia.

Carlos podría ser el puente con esas clases medias que no se sienten representadas ni por los partidos, ni por los caducos liderazgos de desayunadero, ni por los medios.

Un proyecto de esta naturaleza, implicaría pensar más allá de la próxima elección, y preparar desde ahora el terreno del futuro. A contrapelo de la maldición del «continuismo» del que ahora quiere desmarcarse Leonel apelando a la desmemoria y la estulticia colectivas.

El reto es vencer la inercias clientelares que explotan la ignorancia, el hambre y el envilecimiento de la gente. Y aquí no se trataría de dinero, pues en ese terreno la desventaja sería irreversible ante el grupo en el poder que dispone a su antojo del erario público. Se trataría de la construcción de un verdadero discurso a la altura de las circunstancias del hartazgo social sin liderazgos.

Una candidatura sólida, acuerpada por una ciudadanía emergente, dispuesta a ejercer sus derechos y obligaciones ciudadanas, obligaría al PRI y al PAN (hablo de las dirigencias nacionales, desde luego.¿y el Panal? Membrete totalmente prescindible con su actual dirigencia, el voto magisterial recobraría su cauce histórico: el PRI), a repensar el escenario político. Porque como ellos lo saben muy bien, sin una alianza entre esos dos partidos, y con la ciudadanía aletargada de esas mayorías silenciosas, el dinero del poder y el poder del dinero, la barbarie no tendrá contrapesos.

Su único problema son ellos mismos. El desgaste de su coartada “democrática”, “izquierdista”, sin discurso en que caerse muertos en medio del desastre, con todo el andamiaje institucional, el Estado de Derecho, corroído por la peste nepótica , la rapacidad, y una rampante y rebuznante silvestrez.

De aquí la pertinencia de levantar la vista y ampliar la mira. Si el grupo en el poder logra imponer a su testaferro, llámese Luis Armando, Rosa Delia, Covarrubias, René Núñez, etcétera, será un triunfo pírrico. La ingobernabilidad les dirá lo que Marcos a Zedillo:”Bienvenido a la pesadilla”.

Lo mismo le sucedería a una “oposición” catapultada por un eventual voto de castigo, pero sin alianzas reales, más allá de la “coyuntura”, con esa mayoría silenciosa sin representación política.

Y estas alianzas reales con la sociedad son inconcebibles sin un liderazgo de opinión que le dé contenido conceptual al liderazgo político. Que la gente no le cambie de canal o de estación de radio cuando el “líder” zutano va a ser “entrevistado” previo pago a su locutor de cabecera. Que ya no exprese su nausea al ver la foto de “su” gobernador todos los días en la primera plana del papelón oficial por el que, para colmo, le piden 8 pesos por ejemplar a pesar de que ya pagó con sus impuestos toda la edición.

En  los últimos diez años el mundo ha cambiado radicalmente, sobre todo después del 9-11. Cambios que nos han impactado como parte de la aldea global. Pero nuestros “líderes” políticos han seguido inmersos en su muy personal “proyecto” conformado por un predecible compendio de ambiciones pueriles, sin idea de tener idea, ni de su propia mezquindad y petulancia.

Muy lejos de la necesidad ciudadana de encontrar una voz que les ayude a comprender el signo de los tiempos.

Como dice uno de los hijos de Luis Carlos Galán, el carismático líder del Nuevo Liberalismo colombiano, asesinado por Pablo Escobar en 1989, su padre no le dejó a su patria ninguna obra material, le dejó la herencia de su palabra que transformó culturalmente la sociedad colombiana.

El milagro de Medellín no se concibe sin la reinvención de la esperanza impulsada por Galán.