Por Alejandro Angulo Green
Se llamó Rafael López Green; pero desde que llegó a nuestras vidas juveniles sólo le conocimos cómo “El Teco” debido a los grandes anteojos que fueron parte de su fisonomía para siempre. Era el San José de 1954, cuando su mamá Adelina, la tía Quina, aprovechando que vacacionábamos en Ensenada lo embarco en el buque “Monterrey” para que nos acompañara en el regreso y se dedicara a estudiar la secundaria acá pues la vida en Tijuana llena de distractores apuntaba en otra dirección nada conveniente para un adolescente inquieto de clara inteligencia y habilidades para el dibujo, de las cuales hizo gala al retratar a varios de los marinos en dibujos a lápiz.
Llegar a este hermoso lugar el San José del Cabo de antaño y adoptarlo como suyo le maravilló, esas aventuras al estero, a degustar los famosos caldos del Forey prontamente le hizo amigo de todos, quienes inmediatamente le reconocieron por el apodo que sería el distintivo de toda su vida, “El Teco” que al principio pareció no gustarle pero que pronto aceptó filosóficamente.
Pero esa no sólo fue su llegada clamorosa al seno familiar, sino que fue íntegro al aceptar con afecto a cuanto pariente reconoció como tal, tías, tíos y primos fuimos parte fundamental de su estirpe y ni que decir de la bonhomía con que trató a quienes fueron su circunstancia, su entorno social, amigos de andanzas.
Sabemos que las generaciones cíclicamente van dejando su espacio a los que van llegando, esa es una Ley que indefectiblemente se cumple, unos llegan, otros se adelantan para siempre, así se han ido queridos amigos y familiares que fueron parte fundamental de nuestras vivencias infantiles y juveniles, Elmo Navarro, El Brujo Mercado, El Chalo Romero, Hugo Montaño y tantos más en ese orden, alcanzados por el destino, otros seguirán siendo niños eternamente pues al partir tempranamente así dejaron su imagen, …En fin, esas evocaciones llegan en tropel al darnos cita para acompañar en su viaje final a quien se va adelantando, entonces nos llenamos de congoja y nostalgias, pues sabemos que en nuestro mundo existencial, quedará un espacio que nadie podrá llenar y de ahí en adelante sólo los recuerdos gratos atenuarán el dolor de la partida.
Hace 55 años que Rafael llegó un día a nosotros y hoy se va a un sitio intemporal, sus aventuras serán cósmicas a partir de hoy y la nave que aborda despliega ya sus velas al infinito, un viaje sideral que le lleva al aplazado encuentro con esos seres que tanto amó, su padre Rafael López Inda, su madre la tía Adelina Green Alvarez, su hermana Socorro y tantos más que fueron parte de su genealogía personal.

